Obtener un crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI), anunciar el incremento de las reservas de petróleo en el ITT, dar los primeros pasos hacia la explotación de la mina con la existencias de oro más grande del país (Fruta del Norte), buscar acercamientos comerciales con EE.UU., tratar de ser lo más prolijo para finiquitar el acuerdo multipartes con la Unión Europea en este año (a pesar de las inoportunas declaraciones del Canciller sobre su visión ideológica de los tratados comerciales), pagar a tiempo a la Oxy (aunque los proveedores del Estado estén impagos desde hace meses), son parte de las credenciales que quieren mostrar las autoridades al mundo financiero.
Con esta ‘nueva visión’, el Gobierno trata de ser más atractivo para los mercados internacionales y poder colocar una nueva emisión de bonos, de unos USD 1 000 millones en estos meses. Al Régimen le falta liquidez y en este semestre tiene la necesidad de mostrar más eficiencia para no afectar la inversión pública, en aquellas obras y proyectos que le permitan mostrarse más fuerte en un período preelectoral.
Al final, eso suma votos a cualquiera de sus candidatos.
Sin embargo, ese ‘buen comportamiento’ solo es la punta del iceberg del manejo económico. Por debajo están los serios problemas que mantienen al país en una situación complicada: una drástica caída del PIB en el primer trimestre, la baja en la recaudación de impuestos, el desempleo en una situación adversa y sin síntomas de recuperación para el segundo semestre.
Además, hay pocas expectativas de que mejoren las exportaciones (sin considerar las amenazas de salir de la CAN); cifras bastante modestas de nueva inversión extranjera (en comparación con otros países de la región), etc. Entre la expectativa y la realidad, ahora los agentes económicos tienen la palabra de invertir o no en los bonos ecuatorianos.
Claro, siempre habrá quien esté dispuesto a hacerlo, si son elevadas tasas de interés y mucho mejor, en plazos cortos. Algo que ahora lo hace con frecuencia el Régimen.