A pesar de la aptitud comunicacional del presidente Correa, a ratos resulta difícil no preguntarse si él se da cuenta de la contradicción que puede haber en sus propias declaraciones. El sábado reflexionó sobre cómo debiéramos hacer un esfuerzo para que las exportaciones no petroleras dependan menos de la suerte, pero en el mismo discurso aplicó otra vara a las exportaciones petroleras.
Para sorpresa de quienes están acostumbrados a escuchar su perorata, el Presidente hizo un análisis sobre la evolución de las exportaciones no petroleras con base en cifras, en el que, sin usar pretextos ni descalificar a personas, reconoció errores.
Estas fueron sus palabras: “Yo creo que ha sido una de las falencias del Gobierno el comercio exterior. (…) Muchas veces se ha tenido buena suerte; no es que son buenas políticas. Nos jactamos por ejemplo de que prácticamente se ha duplicado el valor de las exportaciones no petroleras en estos seis años de Gobierno, pero ha sido efecto precio. No ha dependido de nosotros. Ha dependido de condiciones internacionales (…) La cantidad [de estas exportaciones] prácticamente sigue lo mismo [igual a la de 2006]”.
Remató su análisis con una reflexión sobre la importancia de tomar medidas para depender menos de la suerte.
“Si ustedes apuestan que si se lanzan del balcón de Carondelet a la calle no les pasa nada, y efectivamente se lanzan y no les pasó nada, no fue una buena decisión, no fue una buena política, fue buena suerte. Por el contrario, si yo tomo una póliza de seguros en caso de incendio, que me costó 300 dólares, y al final del año no se incendió la casa, no es que fue una mala decisión; gracias a Dios no se utilizó ese dinero. O les pongo otro ejemplo más realista: si tomo la decisión de sembrar papa y viene una helada y me quemó la papa y perdí la plata, no fue una mala decisión, fue mala suerte. ¿Sí estamos claros? Sepan diferenciar entre buenas decisiones -buenas políticas- y buena suerte”.
A pesar de que lo mismo que el Presidente dijo sobre las exportaciones no petroleras ha ocurrido con las petroleras -su valor y los ingresos fiscales provenientes de estas se han incrementado principalmente porque el precio ha subido-, el Presidente defendió que el Estado no cuente con un ahorro de liquidez, es decir, con un seguro para que nuestro bienestar dependa menos de factores que no controlamos.
Ahorrar una parte de la actual renta petrolera permitiría suplir la caída de los ingresos públicos cuando la suerte cambie y el precio del crudo caiga o haya un desastre natural; sólo hay que recordar cómo el terremoto de 1987 partió al oleoducto y paralizó las exportaciones petroleras durante seis meses.
Por ahora, sin embargo, una porción nada despreciable de los ingresos del Fisco está a merced de la suerte.