Al Ecuador geográficamente situado en la mitad del mundo, ahora después de diez largos años de monólogo correísta, se ha posicionado un elemento fundamental a la democracia, que constituye detener el porcentaje favorable al candidato gobiernista que, a pesar del enorme peso que demuestra el apoyo de todo el aparato que tiene el Estado, su constante opositor cada vez está cercano a aumentar el número de votos para terminar con el continuismo político que aparece agotado, por el deficiente o inexistente programa para gobernar que exhibe Moreno, frente al explícito y claro razonamiento de Lasso para ejercer el poder; al extremo, de no aceptar un debate público de postulados y propuestas.
Se hace evidente la parcialización del Consejo Nacional Electoral cuyo único vocero es su Presidente, y no como en las épocas en que su integración se nutría con la presencia de vocales designados por los partidos políticos, quienes contribuían con sus criterios al debate en sus sesiones ordinarias para, de inmediato, darlos a conocer públicamente. Además, cada miembro del Tribunal Supremo Electoral, como se nominaba a aquel organismo, tenía sus asesores. Estos son hechos demostrativos del pluralismo ideológico, y no del monopolio ejercido en esta década del pensamiento emanado por el Presidente de la República.
Desde esta realidad jurídica vigente al 2017, tiene poca trascendencia el último acto público de revisar 3.865 actas que fueron motivo de impugnación-denuncia de irregularidades detectadas que, por sí mismas, ya debilitan al proceso electoral en su conjunto. Estos recuentos nunca se produjeron cuando dicho organismo tenía vocales designados por el imprescindible abanico que forman todos los partidos políticos como columnas democráticas sólidas, que en sus sesiones ordinarias casi diarias o extraordinarias, conocían todos los problemas, si se hubieran presentado, y los resolvían a su interior democrático, sin necesidad de revisiones o recuentos como el realizado ampulosamente en un Coliseo como si se tratara de la fase final de una contienda deportiva.
Por otro lado, el resultado confirmatorio de los porcentajes ya hecho públicos muchos días o semanas atrás, de que el oficialista Moreno, cobijado por diez años de estar a pocos pasos del poder total presidencial ya había triunfado con el 51,16% frente a 48,84 de Lasso que alcanzó el respaldo de 13 provincias y de sus grandes ciudades, no causó novedad, sino más bien colocó a este hecho triunfante como confirmatorio. Estos porcentajes, con una diferencia mínima, tal vez son explicativos de que la oposición tuvo una alta votación en esta segunda confrontación electoral, por lo cual al próximo presidente le será muy difícil gobernar hasta el año 2021 a un pueblo fatalmente dividido por la mitad.