Aura Lucía Mera
Antes que nada, agradecer al Director de Diario EL COMERCIO, Carlos Mantilla Batlle, por invitarme a escribir una columna mensual en la página editorial. Como colombiana y como periodista, me siento honrada.
Amo este país. Viví en Quito los cuatro años más intensos y felices de mi vida. Y lo más importante es que para siempre Ecuador se incrustó en mi corazón. Colombia es mi patria natal. Ecuador, mi patria del alma.
He seguido y vivido su proceso político desde el general Rodríguez Lara. El golpe de Estado, filmado por los turistas desde El Panecillo… Domingo Dominguín y el Embajador de España rescatando su perro favorito,un doberman feroz que pernoctó en nuestra casa.
Bucaram. Su ascenso y su descenso… Los viví en Guayaquil… El movimiento de Los Indignados, cuando Oswaldo Viteri plasmó unos lienzos llenos de ira y pasión… Irrepetibles. ¡Qué maestro!
Acudí desde hace décadas a la Feria de Iñaquito cuando los toros eran el alma de las fiestas de Quito ¡y se respiraba libertad, alegría, integración y convivencia! Cuando no existían antitaurinos ni politiqueros taurinos…
Amo el Cayambe, el Antisana, el Tungurahua, el Imbabura, el Quilotoa, el Chimborazo, el Cotacachi, el misterio de la laguna de Mojanda, el aterrador y profundo Parque Nacional de Cajas… Pero sobre todo, amo al Cotopaxi, ese coloso “cuello de luna” que me hipnotizó tantos años con su nieve brillante, en atardeceres dorados, en noches de luna llena… Confidente, protector, amigo, con el que mantenía un diálogo íntimo desde la hacienda San Agustín de Callo… con sus muros incas, su historia, sus flores, su señorío y su calor amoroso. ¡Tantos años, tantos locros, tanta alegría, tantos intelectuales, taurinos, escritores y músicos que alegraron y enriquecieron sus patios y salones!
Regreso. Vuelvo a verlo. Me estremezco de dolor… El coloso encogido, chupado, gris como la muerte, amenazador en su feroz y ardiente agonía. Su cuello de luna ya distorsionado… Su cráter llorando nubes de ceniza que presagian lo peor… San Agustín vacío… Habitaciones, el comedor inca, los salones desolados y silenciosos… Sus puertas y ventanas cerradas con tablones de madera… Todo envuelto en un silencio doloroso, gris, ceniciento y agrio…
La Plaza Belmonte sacando la cara por la Fiesta Brava gracias a José Luis Cobo, que tiene casta, pundonor y afición. Morante, Ponce, Luque, El Fandi vienen a impedir que muera la afición.
Ecuador, país boutique. Quito, ciudad altiva que no se rinde ante nada. ¡Que renacerá como el Cotopaxi y volverá a ver brillar el sol de la libertad!
Gracias de nuevo a EL COMERCIO por abrirme sus puertas. ¡Me siento de nuevo en casa!