Miguel Rivadeneira

Pactos a espaldas del pueblo

El mandato popular expresado en las urnas en abril pasado no se puede escamotear por el capricho de políticos que no ganaron las elecciones, pero a través de un pacto intentaron tomarse la Asamblea y desde allí imponer sus intereses personales. ¿Qué ganaba el país y cómo podía beneficiar a los ciudadanos el acuerdo que querían obligar, sin propuestas ni proyectos sociales?

La votación mayoritaria no solo fue por el candidato ganador sino en rechazo a la corrupción y al fantasma que se cernía en contra de la estabilidad democrática, económica y social y la aspiración de tomarse de nuevo organismos de control y la justicia para revisar sentencias ejecutoriadas por corrupción, a partir de una “comisión de la verdad”. Bien ha hecho el mandatario electo en abrirse a tiempo porque primero está la gente, que espera soluciones a sus problemas. Además, no puede haber paz y desarrollo si no hay justicia y curiosamente exigen impunidad.

Más allá de los acuerdos, que son legítimos y necesarios en democracia si son diáfanos y sobre la mesa, el país exige transparencia a los actores políticos y que dejen el doble discurso, lo que resulta difícil porque persisten en sus ambiciones. No se puede pactar, a pretexto de dar gobernabilidad, para borrar delitos por corrupción. Eso fue corroborado por el legislador precandidato a la Presidencia de la Asamblea, que se fue del partido pero les delató al sostener públicamente: “hay líneas rojas que no son negociables; no puede haber revisión de fallos judiciales; la justicia es independiente y nada tiene que hacer la Asamblea en términos de sentencias judiciales; se puede crear una comisión de la verdad pero no para revisar fallos ni sentencias. La Ley de la Función Legislativa prohíbe dar amnistías e indultos a quienes hayan cometido delitos contra la administración pública”.

Pacto entre un movimiento, supuestamente de izquierda, y un partido identificado de derecha. ¿De qué coincidencia ideológica y programática se puede hablar? No hay que ser ingenuos; al contrario, hay que agradecer al correísmo por decirle al país su verdad sobre la comisión con la que sueñan para tratar de meterle mano a la justicia, a lo que se acostumbraron cuando ejercieran el poder, e intentar más impunidad.

Todo esto a espaldas del pueblo, al que dicen defender, poco antes de la asunción del Presidente electo, que hubiese quedado como rehén de los aliados que pretendían dirigir la Asamblea. Felizmente reaccionó a tiempo, en medio del repudio ciudadano, pero deberá cuidarse de ellos. Como bien decía un reconocido académico universitario, se cortó con estilete mortal esta pretensión de hacer el juego a la corrupción y la impunidad. Mejor dedíquense a contribuir para solucionar las demandas de los ciudadanos, que viven angustias por la crisis económica, social y de salud.

Suplementos digitales