En una época de mi vida pasé en la hoy desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS. Estuve algún tiempo en la Alemania Comunista (hoy inexistente), y en la Polonia bajo el yugo soviético. Esto ocurría en años feroces, en los que el sistema comunista se imponía por la fuerza a las personas (se llegaba hasta a matar a aquellos que discrepaban con esa doctrina).
Quienes tenían más “suerte” se las enviaba a campos de trabajo forzado, ubicados en los lugares más recónditos, y de condiciones climáticas casi insoportables para los seres humanos.Mientras se caminaba por las principales calles de esos países, se veía cómo los jerarcas del Régimen se movilizaban en caravanas compuestas por varios vehículos, y con un gran número de guardaespaldas provistos de armas sofisticadas, quienes miraban con desprecio a los peatones. Era impresionante apreciar cómo paralizaban la ciudad, generando el consabido pánico. ¡Era el comunismo! ¡Había que aceptarlo para no desaparecer de la faz de la tierra!
Hoy existen regímenes políticos que se autocalifican de izquierda, o socialistas. En América Latina apareció el Socialismo del Siglo XXI. Pues en esta corriente ideológica se dan unas contradicciones brutales. Hay políticos, verdaderamente de izquierda, como el señor José Mujica en Uruguay, que dando ejemplo, sigue siendo un revolucionario (legalizó el consumo de la marihuana, bajó el gasto superfluo, impulsó el gasto social). Se moviliza en su vehículo particular, si mal no recuerdo fabricado en la década de los años 60. Algunos de sus ministros lo hacen en transporte público.
El Presidente de Francia, también hombre de izquierda, suprimió casi el 100% de los autos oficiales. Los vendió y el valor recaudado lo destinó a gasto social en regiones pobres. Prohibió a las empresas privadas que con dinero de la compañía, adquieran vehículos para uso de sus principales administradores. Si reciben una remuneración alta, bien pueden, según el Presidente galo, comprar sus vehículos y asumir los gastos de mantenimiento. No pasó nada ni con los funcionarios públicos ni con los privados. No hay ostentación de poderío de la burocracia.
En la misma Francia, gobernada por izquierdista, se resolvió reducir en un 25% el sueldo de las principales autoridades públicas, incluyendo el de los diputados. Este ahorro sirvió para incrementar un fondo destinado a madres solteras. Es decir, no hay autos para la burocracia, los sueldos de los empleados públicos alcanzan para vivir decentemente, sin ostentaciones. Y el ahorro generado se lo destina a programas sociales, sin sacrificar el futuro de la nación.
Muchos años después de haber pasado en el “paraíso” comunista, parado en una vereda de Quito, contemplé la misma escena vivida en la década de los setenta…