Una agente de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía de Colombia se hizo pasar como caleña en el gimnasio frecuentado en Ecuador por un hombre que había entrado en los radares de la DEA hace dos años y ha sido llamado por la revista Semana el ‘Pablo Escobar de Ecuador’.
La captura del ecuatoriano en un retén policial en una carretera de Colombia, engañado por la mujer que lo convenció de viajar hasta su casa vía terrestre por Ipiales, parece una ficción de García Márquez, pero, de ser cierto lo que dice la DEA sobre Gerald, develaría un serio caso de coacción o infiltración del crimen en el Estado.
Antes de su detención este abril en Colombia, el ecuatoriano había sido exculpado en el 2016 en tres juicios penales: tráfico ilegal de personas en Manabí, tráfico de sustancias estupefacientes en Esmeraldas y asesinato en Manabí. Así reza en la base de datos de la Función Judicial. Según la DEA, consiguió salir libre con amenazas y crímenes.
Semana cita a la Policía de Colombia para sostener que el hombre logró lo que ningún narco colombiano desde los años noventa, cuando el negocio de la droga se fragmentó: que cultivadores, productores y vendedores de coca del sur de Colombia trabajaran para él, convirtió a Tumaco en el principal puerto de salida de cocaína del Pacífico sur, tomó el control sobre las rutas marítimas y tuvo nexo directo con el cartel de Sinaloa.
¿Por qué Ecuador no sabía de aquel ecuatoriano y su supuesto cartel, de aquel lanchero de Manta convertido en supuesto capo regional? Sí. El operativo de captura de la DEA y la Policía de Colombia habla bien del seguimiento que hizo la Policía de Ecuador: detuvo a nueve personas, halló USD 20 millones encaletados -signo de una organización poderosa-, arrestó a policías vinculados a la red.
Pero si Gerald es el capo del cartel, con sicarios para eliminar obstáculos y una flota de barcos hasta México a su cargo, entonces o hay autoridades que no hicieron su tarea o funcionarios que deben explicaciones al país.