El outsider

Las circunstancias están como para que aparezca un outsider, dice un experto. ¿Cuándo aparecerá el outsider? Pregunta un observador impaciente de la política. ¿No será éste el outsider? Pregunta otro refiriéndose al primer candidato que se ha declarado candidato. Todos los políticos que anhelan la Presidencia. Deben soñar secretamente que se les reconoce como el outsider. Algún aguafiestas decreta que outsider es el candidato que “patea el tablero” y que no puede nadie ser un outsider porque todavía no hay tablero electoral.

Anhelar un outsider es la muestra más evidente de la fe en la magia. El outsider es una figura que aparece de pronto, alguien en quien nadie había pensado como candidato, que no ha sido figura ni militante destacado en ningún partido político. Un charlatán de feria, un taumaturgo, que se cree capaz de resolver los problemas nacionales, pero no dice cómo ni con quién lo hará. Casi siempre el outsider resulta un fiasco.

Los más interesados en la política manifiestan cierta impaciencia porque se inicie la campaña electoral pues la crisis se prolonga y el año que le falta al Gobierno puede parecer una eternidad. De hecho, el Gobierno es el primero que ha lanzado un candidato porque puede financiar la campaña con recursos del Estado y le viene bien el aire electoral como elemento de distracción.

Otro candidato que se anunció demasiado temprano ha sufrido los efectos de una campaña obligada a participar en los dramas de cada día y a pronunciarse sobre los problemas coyunturales. Se sintió obligado a pactar con el Gobierno para salvarle, según dijo, y después se sintió obligado a declarar oposición al mismo Gobierno cuando advirtió que no era leal.

Otro candidato se cree presidente antes de ser elegido; cierto que solo se considera segundo presidente, pero no le guarda el respeto más elemental al primero. Seguramente considera que es tan numeroso su electorado y tan fiel que ya da por segura su elección. El tiempo demostrará los inconvenientes que tiene el anticiparse y sufrirá el mal que afecta a los políticos madrugadores: no saben qué hacer, se consumen en las trivialidades de la política de cada día y cometen muchos errores. Si no participan en el drama de cada día, parecen haber abandonado la carrera.

El caso más curioso es el de un candidato que mantiene ansiosos a sus partidarios y a sus adversarios porque aplaza el anuncio que esperan, genera dudas y rumores que inquietan a sus partidarios; sus adversarios también esperan con ansiedad el anuncio de que no participará en la elección. Todos los síntomas dicen que será candidato y algunos observadores que no son partidarios ni adversarios creen que todo es calculado y controlado porque mantenerse enigmático le convierte en el aspirante que más atención atrae.

Una docena y media de políticos estarán calculando en qué momento deben anunciar su candidatura. Otros estarán calculando si podrán ser candidatos y los reemplazos cruzando los dedos para que sean descalificados. Todos con el secreto deseo de convertirse en el outsider del 2020.

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