La frase del vicepresidente Otto Sonnenholzner, a propósito del fracaso del primer proyecto económico en la Asamblea, ha quedado resonando.
Si la ministra María Paula Romo, responsable de negociar con la Asamblea, metió en un mismo saco a correístas, socialcristianos y Conaie para justificar los errores de gestión de la ley “minitrole”, Sonnenholzner reconoció fallas y anunció la metodología del Gobierno en esta ocasión: explicar el proyecto a los legisladores, empezando por los aliados.
Pero acompañó esa postura con una sentencia que deja tela para cortar: “si los políticos no están dispuestos a pensar en el país, por favor retírense y dedíquense a otras cosas”, dijo. Preguntas inevitables: ¿él cree en la política, se considera un político? Y si se cree tal, ¿considera que tiene una visión de país?
Está bien que la ciudadanía experimente un hartazgo por las dificultades que los sistemas institucionales, tal y como los hemos conocido, están experimentando para dar respuestas. Pero el cuestionamiento viene desde un gobierno cuestionado por su acción política y en la voz de uno de sus “políticos”.
Desde luego, este joven guayaquileño (1983) no es político profesional. Viene de la empresa y estudió Economía en Alemania. Llegó por sugerencia de sectores costeños para apoyar a Lenín Moreno en una agitada Vicepresidencia de la República, tras el paso de Jorge Glas y María Alejandra Vicuña.
En pocos días cumplirá un año en la tarea. Hubo quienes vieron en él a un posible ‘outsider’ para enfrentar las presidenciales del 2021. Un economista bien parecido (alguien con espíritu dieciochesco llegó a hablar de su “buena cuna”), de formación liberal, parecía una buena antítesis correísta.
Moreno le hizo importantes encargos, entre ellos aterrizar el tan ponderado diálogo que se declaró acuerdo nacional en mayo. Un optimista Sonnenholzner dijo entonces que se trabajaría en mesas sectoriales y que trataría de cerrar el proceso hasta noviembre.
La idea era que participaran representantes de la sociedad, gremios, políticos e instituciones del Estado. Con tono político, declaró que el Gobierno recogerá el criterio de los demás, pese a que no hayan ganado una elección…
Llegó noviembre, pero en octubre la falta de diálogo antes de la expedición del decreto 883 puso al país -y lo mantiene- al borde del abismo. El poco capital político del Gobierno se redujo aún más, y -por añadidura- se le hizo más daño a la economía al no consensuar el primer proyecto de reforma tributaria.
Quizás las dudas de Sonnenholzner sobre la política hayan crecido en estos días. Y es probable que también hayan crecido en el Gobierno las dudas sobre su acción política, a juzgar por el crecimiento de otros personajes más cercanos al presidente Moreno.
La clásica pregunta de ser o no ser llega un poco tarde para Otto, al menos para el 2021.