Monseñor Julio Parrilla

Otro año

Pero no necesariamente una vida nueva. Parece que la noria da vueltas y vueltas y comenzar un nuevo año significa más o menos seguir en lo mismo, alimentando esperanzas menores y mayores: que bajen los impuestos, los precios, los asaltos, los índices de criminalidad, de riesgo país y el maldito negocio de narcos, coyoteros y demás traficantes. Y, por supuesto, que suban: los sueldos, los sueldos, los sueldos, aunque sean los mesías de siempre los que suban al poder, traficantes de esperanzas cada vez más escondidas en el fondo del corazón. ¿Subirá o bajará el petróleo? ¿Subirá o bajará el IVA? ¿Subirá o bajará la inflación? Con el estómago lleno todo se vuelve más llevadero, más soportable y alegre.

Hoy toca desear un “Feliz Año Nuevo”, pero no estoy seguro de la felicidad y de la novedad que nos espera. El asalto al hospital de Chone (la violencia carcelaria ya formaba parte habitual del paisaje y del paisanaje) me ha dejado bastante patidifuso y frustrado. Desear felicidad y novedad resulta cada vez más difícil, salvo que nos inoculemos una cierta dosis de hipocresía: aquí no pasa nada salvo que nos toque de cerca o seamos nosotros el próximo fiambre. Mientras tanto, los malos de la película nos irán domesticando: nada mejor que estar con la pata quebrada y en casa.

Para que el Año sea nuevo y feliz necesitamos algo más que aguantar. Necesitamos alimentar una conciencia ética y promoverla y traducirla en una vida personal, familiar, profesional y política comprometida con la dignidad de la persona y con el bien común. Una vida infinitamente más justa y compasiva. Y exigírsela a quienes dicen representarnos.

Como quiera que yo soy creyente (maluco pero creyente) se lo pido a Dios todos los días. No para que me lo regale cual, si fuera un generoso Papá Noel, sino para que me haga a mí y nos haga a todos mejores y resistentes, capaces de salir de nuestro egoísmo, arriesgar nuestra comodidad y hacernos inconformistas. Le pido cabeza y corazón, que no es poco, para vivir, votar y trabajar como los niños de la escuelita: adecuadamente.

Suplementos digitales