No es la primera vez que se dice, pero sí vale la pena repetirlo: Quito está carente de líderes que se preocupen por ella. Es que a nivel político no tenemos dirigentes que saquen la cara por la capital. A nivel de organizaciones sociales tampoco. Y, a nivel empresarial, la misma historia.
La ciudad lleva mucho tiempo olvidada, como si a nadie le importara, pasándola mal. Tomemos como ejemplo lo ocurrido la semana pasada, a propósito de los incendios, que nos han dejado laderas vestidas de negro y un olor a quemado, que no ha desaparecido del todo pese a los aguaceros de los últimos días.
Por al menos dos días, lo que parecía importar a propósito de la terrible tragedia era que el alcalde Pabel Muñoz lideraba las tareas de coordinación. Lo gritaron hasta el cansancio, para acallar esa crítica que no ha sido solo a él, sino a todos quienes tienen algún nivel de representación dentro de la ciudad. Y, de alguna manera, a la misma población, que está arrinconada ante sus propios problemas o el quemimportismo que inmoviliza, que adormece.
En términos comunicativos, los afines al alcalde lograron marcar tendencia en redes sociales, especialmente en X. Se hablaba bien y mal sobre él, con lo cual acapararon por unas horas la atención, el debate público, pero eso nunca fue lo importante. Perdieron el foco, el norte. La gestión de una crisis de una magnitud como esa no está en decir que se puso al frente del COE cantonal y que tomó decisiones, cuando liderar, es inherente a los cargos de responsabilidad, sean públicos o privados. Tampoco está en aparecer en fotografías y videos en los alrededores de una de las zonas afectadas.
Sí está en pensar y promover, por ejemplo, políticas de prevención, que incluya educación, simulacros, organización barrial, trabajo conjunto entre autoridades y ciudadanía. Está también en impulsar investigaciones para que termine la impunidad. O en determinar y vigilar las zonas más riesgosas ante estos fenómenos, más cuando en 2023 también hubo incendios provocados en áreas cercanas a donde se produjeron los flagelos de 2024.
Si esto existe, las preguntas inmediatas son; ¿por qué no se conoce?, ¿por qué no se informa?, ¿por qué el silencio?
La política no se puede manejar como la vimos la semana pasada. La comunicación menos, porque simplemente si no hay acción política, tampoco hay comunicación política.
Todos quienes vivimos en Quito debemos reaccionar. Esa ciudad bella y solidaria no puede quedar en un recuerdo o activarse únicamente ante una tragedia. Bajemos un poco las armas que nos dividen y encontremos lo que nos une. Los desafíos son tan grandes que no hay otro camino.