La plaga de la muerte

Norman Mc Kenzie me envió hace algunos días un texto de su autoría titulado ‘La Plaga de la Muerte’, en el que revela lo que para él es el verdadero valor del tiempo. Sus palabras están cargadas de sinceridad y de una notable sensibilidad. Se trata de un hombre de cincuenta y tres años, auto educado en las prisiones en las que ha pasado más de treinta años de su vida. Además del inglés aprendió alemán y es un pintor excelente. Está recluido en el corredor de la muerte en un centro penitenciario de la Florida.

Dice Norman en algunos fragmentos:  “En mi celda hay una ventana que mira al oeste. Hacia el final de cada día, los rayos del sol penetran brillantes y proyectan en la pared una línea de sombras igual a las barras de metal que cubren el cristal. En este lugar me reprocho continuamente: ‘no mires el reloj porque nunca lo verás moverse’.

El tiempo es el enemigo aquí dentro. Todos los hombres lo enfrentamos. Tenemos una pasión maníaca por cada día que amanece, lo puedes ver en el rostro de cada uno. Al amanecer nuestro comportamiento es más animado, incluso reímos a carcajadas aunque a veces esas risas sean forzadas. Vivimos cada día al máximo…

En el “corredor de la muerte” el tiempo significa solo una cosa: las apelaciones se están agotando. Con cada cambio de estación nos llega una nueva negativa de los jueces. Entonces la risa se vuelve tensa. De pronto se siente como si hubiera llegado una plaga de enfermedades y los hombres nos comenzamos a distanciar. La plaga de la muerte sea con vosotros…

Cuando las apelaciones se han agotado, toda risa se desvanece. El tiempo se reduce a unas pocas horas, después a contados minutos, a los segundos finales y, nada más… La forma más pura de la realidad está en los ojos de ese hombre que te mira fijamente y te dice que sus recursos se han terminado.

Cada vez que el dispositivo de bloqueo electrónico hace ‘click’, un preso es trasladado a lo inevitable. Aparecen los guardias en su celda y le dicen: ‘Es hora’. Entonces sale por última vez. Todo lo ocupa el sonido de las cadenas arrastrándose por el “corredor”, haciendo eco. No quedan más fachadas ni risas, tampoco esperanzas, es la plaga de la muerte que ha llegado.”

No conozco a Norman en persona, tan solo hemos intercambiado mensajes a través de Nelson Serrano, su actual vecino de celda.

Independientemente del delito del que se le acusa, mantengo mi opinión sobre lo aberrante que es la pena de muerte en cualquier situación, sin excepción alguna, en especial cuando se trata de casos como el de Nelson Serrano, un hombre inocente que fue condenado sin pruebas y con todos los vicios del sistema judicial del Estado de Florida en su contra.

Nelson escribió hace un par de días para contarme que Norman fue trasladado a la corte del Condado para su re sentencia. “Él se aferra a que le den cadena perpetua”, me dice. Y concluye: “Esa es la diferencia entre nosotros, yo jamás aceptaría una reducción de mi sentencia. Yo soy inocente”.

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