Hoy he amanecido preguntándome cómo se sentirá ser orgánico, es decir estar en una posición de -por las razones que ustedes me digan- verse obligado a inclinar el lomo frente al poder, de agachar la cabeza al menor signo de discrepancia, de poner la otra mejilla, de tragarse el orgullo y decir sí señor, sí señor, sí señor, como usted diga.
Ser orgánico para secarse al vuelo las lágrimas en caso de humillación y deshonra, para estar listo a aplaudir mecánicamente siempre y en todo caso, para aprender a no debatir, a no discutir lo indiscutible, a no ver lo evidente.
Ser orgánico a cambio del reconocimiento desde lo alto, para aprender a pie juntillas un catecismo y para no desviarse ni un centímetro -ni uno, Dios no quiera- del guión que ha sido preparado especialmente para esta ocasión, de las ideas precocinadas y empacadas al vacío por alguien más, repetir fórmulas trilladas y carentes de contenido verdadero, propagar lugares comunes. Ser orgánico para repetir farsas a diario, con la certeza de que, debidamente lanzadas, apropiadamente engrasadas, cuidadosamente difundidas, se convertirán más temprano que tarde en dogma. Ser orgánico con la consigna expresa de no moverse ni un nanomilímetro del plan o del proyecto, para practicar frente al espejo -semblante en alto, pecho inflado- soflamas, discursos e intervenciones. Ser orgánico para enorgullecerse de pertenecer a una grey bien entrenada, de una partida perfectamente domesticada y, no lo duden, debidamente amansada. También, como para no incomodarse en usar uniforme, hablar como el resto, aplicar la obediencia debida.
Ser orgánico a cambio de ganarse el honroso título de intelectual oficial y oficioso, alquilar tu pensamiento para interpretar la historia desde el poder, la literatura desde el poder, los derechos humanos y las relaciones internacionales desde el poder. Ser orgánico para que no quede duda del pensamiento único, unívoco, sagrado e incontestable. Ser orgánico para blindar la unilateralidad, para que no haya ninguna resquebrajadura, ninguna posibilidad de grietas o fisuras. Ser orgánico para no ser tenido por infiltrado, por enemigo de la patria, por traicionero, por librepensador, por disidente, por discordante. Ser orgánico para prestar sumisión, para acatar y obedecer como es debido, sin presentar observaciones, sin contravenir lo establecido, sin hacer olas, aceptándolo todo como es, sin quebrantar el orden establecido desde arriba, desde las altas esferas. Ser orgánico para que tu ideología política se tan dúctil como el poder lo requiera: pasar de la izquierda estatista a la derecha más cavernaria en cuestión de horas, acostarse progresista y amanecer fascista (con la camisa negra planchada, doblada y almidonada, como lo exigen los cánones), según convenga, según te pidan, según lo intuyas, para evitar reprimendas.