La acumulación de poder político y económico en manos del Estado, junto con la eliminación de los límites y balances al ejercicio del poder, constituyen pasos ineludibles de todo proyecto político que, desde la derecha o desde la izquierda, busque imponer un orden social determinado. Un sistema de estas características, sin duda facilita una gestión gubernamental autoritaria pero, en cambio, ocasiona nefastas consecuencias para la sociedad en general y a la administración pública en particular.
Se conforma un sistema de poder único y centralizado, en el que los gobernantes hacen lo que les place, pues las normas jurídicas no limitan sus actos, ni tampoco existen instituciones independientes que cuestionen, investiguen o castiguen sus acciones. Eso los envalentona a acomodar leyes y reglamentos a su favor, a disponer a su antojo de recursos y presupuestos, o a embarcarse en proyectos descabellados o abiertamente ilícitos, sin temer consecuencia alguna.
Esta conducta pronto se contagia a los mandos medios del Gobierno y a los ciudadanos con “conexiones”, quienes pronto aprenden a utilizar activamente las palabras mágicas que, en un sistema de estas características, suelen abrir casi todas las puertas: “orden superior”.
Y se vuelven comunes diálogos como los siguientes: ¿Por qué compras sin licitación? Es “orden superior”. ¿Por qué contratas con el hermano del jefe? Es “orden superior”. ¿Por qué aceleras la sentencia? Es “orden superior”. ¿Por qué embarcas estupefacientes en esa valija? Es “orden superior”. Y así hasta el infinito…
No importa en realidad quién da las “ordenes superiores”, o si efectivamente fueron emitidas. Todos, dentro y fuera de una estructura de poder absoluto, entienden que lo que proviene de una “orden superior”, difícilmente será cuestionado y, si lo fuera, difícilmente será castigado. A fin de cuentas, las personas o instituciones que podrían investigar o sancionar, también reciben “órdenes superiores”.
Por ello no debería sorprender a nadie el reciente episodio de la denominada “narcovalija” ecuatoriana que ha copado los titulares de prensa en las últimas semanas. No importa si fue a través de una “orden superior” que el curioso cargamento logró colarse en una valija diplomática. El hecho pudo darse por que la revolución ciudadana ha construido un sistema de poder absoluto que, a una escala sin precedentes, debe estar promoviendo el “pillaje” a lo largo y ancho de toda la institucionalidad estatal.
Lamentablemente una realidad que hace siglos comprendieron los líderes que diseñaron las democracias liberales de occidente -con sus pesos y contrapesos al ejercicio del poder-, continúa siendo extraña a buena parte de los líderes políticos locales. Muchos de ellos probablemente no resienten tanto el actual proceso de concentración de poder, como el hecho de que no sean ellos los que dan las órdenes “superiores”.