En el aparato burocrático público y, en muchas ocasiones, también en el privado, se produce una especie de escala de personas que emiten órdenes.
En la burocracia, si la cabeza de la Administración es proclive a impartir órdenes que deben cumplir los estamentos inferiores, sin discusión, el Ministro ordena al Viceministro; y algunos de escala descendente a sus respectivos subalternos. Para el subalterno es casi imposible verificar con el superior si, en verdad, existe esa orden.
Estamos observando un caso singular y actual en el siempre desordenado Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Se produjo un bloqueo de cuentas individuales de los Fondos de Cesantía de los afiliados al IESS. El número uno del Consejo Directivo, señor Richard Espinosa, rápidamente dejó sin efecto semejante bloqueo. ¿Qué había acontecido? Según el número uno, había mediado la decisión de un funcionario subalterno que actuó sin autorización del Presidente del IESS, bajo el pretexto de que el objetivo era precautelar los fondos de los afiliados y evitar fraudes financieros. Perdió el cargo.
Otro grande de la Administración, Secretario de Comunicación, se vio en el duro caso de pedir disculpas al adversario del Gobierno, el alcalde de Guayaquil, señor Jaime Nebot, por haber publicado una fotografía arreglada en la cual el Alcalde aparecía con el brazo en ristre y mostrando el dedo medio. El original fotografió el brazo del Alcalde pero con dos dedos en alza, formando la V de la victoria: era una foto de la época de protestas contra el presidente Lucio Gutiérrez. El señor Alvarado, al disculparse, reveló que la foto le fue entregada directamente por Jorge García, director de una radio del Gobierno. Dice: …“Me disculpo una vez más por no valorar bien la fuente, pero era muy difícil que alguien en sus cabales, trabajando para nosotros, nos engañe de esa manera”. Le costó el cargo.
Si un error similar pudiese ser atribuido a un periodista independiente, la maquinaria de la Secom habría seguido proceso, exigido disculparse varias ocasiones y pagar multa.
En la esfera de los empleados, se superpone un jefe a otro y algunos emiten disposiciones “por orden superior”. Para ilustrar, menciono el caso de un jefe de Unidad de Seguridad y Salud Ocupacional, ingresado por sus conocimientos y experiencia. Al final del contrato de un año, se produjo la “evaluación” y mereció la nota de excelencia. Por ser tan excelente -y se sospecha que querían salir de él- en el nuevo contrato le asignaban varias responsabilidades adicionales en otras dependencias. El funcionario explicó que no eran áreas de su especialidad y que, dada la extensión de los nuevos encargos, serían de imposible cumplimiento. Presentó la renuncia y se retiró de la función pública.
La función pública es de extremo peligro: no cabe confiar a ciegas.
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