Por su situación geográfica y densidad poblacional, Quito y Guayaquil son polos políticos y hasta oráculos como los de la antigüedad que anunciaban el futuro de los pueblos. Por eso los otros municipios del país, aunque sean importantes para sus comunidades no son ejes políticos para la próxima contienda electoral. Por eso, estas ciudades se convierten en el único referente del acontecer político luego del arrollador triunfo del oficialismo en las elecciones del pasado 17 de febrero.
En Guayaquil el panorama es claro una vez que se dilucide el dilema: tercia o no el alcalde Jaime Nebot. Una primera respuesta ya se dio en un evento del gobierno al que fue invitado Jimmy Jairala. En ese acto quedó claro que la decisión de que el Prefecto participe en la contienda ya está tomada porque la suprema autoridad así lo ha decidido. Hay que vencer a Nebot o triunfar con holgura y posesionarse si el alcalde se retira. Es probable que el Prefecto prefiera reelegirse en la actual función, pero en el país en este momento no existe opción a la discrepancia… Se obedece y punto.
Esta situación es compleja en Guayaquil pues habrá que superar las diferencias y ensayar una nueva alianza -esta vez más precisa y clara- entre Creo y esa amalgama que significa el PSC y Madera de Guerrero. En cuanto al movimiento de Guillermo Lasso, salvo una decisión que implique una candidatura directa del ex candidato presidencial, cualquier otra opción equivale a la crónica de un suicidio anunciado como diría el Premio Nobel de Aracataca.
En el caso quiteño la situación es diferente y mucho más cómoda para el bando oficial. El aeropuerto de Tababela -ya nadie se acuerda del mariscal de Ayacucho- y el inicio de las estaciones del metro garantizan un triunfo del gobierno con Augusto Barrera o con cualquier otro que escoja el Primer Mandatario. Además, al frente no existe candidato alguno con opción, pues no entienden que solo un frente como en Venezuela podrá compartir y despertar alguna emoción popular. La lección del 17 de febrero no la aprendieron y seguirán labrando en el campo estéril de la desunión. En Guayaquil solo tienen que cazar un pato en la madrugada; en el escuálido bosque de la política quiteña no hay ni colibríes.
Muchos políticos nacionales han confundido el lema del olimpismo expresado por el barón de Pierre de Coubertain, quien dijo que lo más importante era competir. En nuestro suelo eso corresponde al pasado cuando optaban por el fervor popular la Democracia Cristiana, la Izquierda Democrática o el Partido Comunista. Sabían de sus limitadas posibilidades frente a poderosísimas candidaturas populistas, pero por decisión ideológica no dejaban de competir. Hoy los tiempos han cambiado y solo se aspirar alcanzar el poder y para eso una sociedad simple como la ecuatoriana, necesita de un líder carismático, un equipo cohesionado, recursos económicos y un proyecto de fácil comunicación con el electorado.