Las elecciones de Ecuador del 2013 serán una partida desigual e injusta. La cancha está rayada para que triunfe Rafael Correa. Es baja la incertidumbre sobre el resultado. Se usa y seguirá usando sin recato el poder y el dinero entregado por los ciudadanos para apabullar a los contrarios, para reducirlos a la categoría de oposición ilegítima.
Una de las perversiones que ha instaurado el Gobierno es hacer creer que la oposición y la crítica son expresiones ilegítimas y conspirativas, cuando son consustanciales a la democracia. Un sistema político sano y con futuro no puede negar ni suprimir a los contrarios, sino ofrecer mecanismos para integrarlos, procesar sus demandas a través de las instituciones y animar con ellos el acuerdo.
Pero en regímenes como el correísta, la oposición es aplastada. Si son ilegítimos, igual que los medios de comunicación no oficialistas, entonces no deben meter las narices en su proceso. Para justificarse usan una coartada: la dignidad, soberanía y la verdad son de su exclusivo reino y propiedad. Se trata de un escudo para cerrar el paso a la transparencia y la fiscalización. Caso Duzac, hermano incómodo y otros son expresiones de este pensamiento.
El proceso electoral en puerta pone a competir a un contendiente autoritario y poco democrático. Las reglas, el árbitro, la platea, el balón, la publicidad y todo lo necesario para este juego están a su favor. Los candidatos opositores quizás hagan calor al dueño de casa, pero la tienen difícil no sólo por la inequidad sino porque además van divididos y algunos traen el prestigio por los suelos.
En el ADN de los regímenes populistas está instaurada la idea de que quienes compiten por el poder no tienen valores por lo que la alternancia es inaceptable.
Adam Przeworski, politólogo polaco autor de un libro reciente y esencial en el tema: “Democracy and the Limits of Self-Government”, indica que este sistema, como mínimo, canaliza los conflictos e introduce incertidumbre en los procesos electorales. Además, todos pueden llegar a ganar algo y todos tienen algo que perder.
La incertidumbre en las próximas elecciones ecuatorianas es muy baja. El plato está servido para continuar por el andarivel del autoritarismo y el progresivo cierre de los canales para que se exprese la oposición y la crítica.
Pero quedan aún espacios para exhibir lo que quiere ocultarse, para hacerle frente a este poder. La oposición tiene una alta responsabilidad, también los periodistas no comprometidos con el poder de turno y la población que abre los ojos. Es falso que la crítica y la oposición son políticamente ilegítimas, tal como pretender hacernos creer el correísmo.