Con motivo de las masivas manifestaciones en las calles, el Presidente de la República ha expresado que se pretende la vuelta al pasado, desde un movimiento opositor y conspirador liderado por representantes de la derecha caduca, de los medios de comunicación corruptos, de los enemigos del progreso y del bien común.
Entre esa calificación hay dos que merecen un comentario por el poco riguroso uso que se las ha dado. Me refiero a oposición y a conspiración.
“En un país en el que el poder legislativo, el judicial y la administración están subsumidos en el poder E jecutivo, es decir en un régimen en el que los organismos de vigilancia y represión definen las ideologías y las libertades, no es posible oposición, si la oposición significa la organización pública de grupos políticos que pretenden alcanzar democráticamente el poder, sustituyendo el poder que existe”. Estas líneas las escribió el profesor Tierno Galván en el contexto español de la autocracia franquista, pero son plenamente aplicables a la situación ecuatoriana. La oposición requiere de un sistema pluralista, en el que tenga vigencia la libertad de expresión y asociación y que permita la alternancia en el gobierno.
La organización de los grupos políticos necesita de unos instrumentos de intermediación entre la sociedad y el Estado, que son los partidos políticos. Como dice Pérez Royo, “el Estado democrático es necesariamente un Estado de partidos”. Por tanto, el Estado constitucional no puede funcionar sin partidos.
Desde un régimen concentrador del poder en el Ejecutivo, sin oposición canalizada por partidos políticos, no podemos aceptar que se llame oposición a una conducta controversial que puede denominarse resistencia.
También la conspiración política puede tener como fin sustituir al poder constituido, pero los complotados actúan desde la clandestinidad, por manera que mal puede llamarse conspiradores a personas o grupos que se reúnen en espacios públicos para protestar contra el régimen imperante.
Las manifestaciones que se están dando en nuestras ciudades son expresiones de resistencia al poder por muy diferentes causas y razones.De otra parte, no cabe desconocer que se ha producido un profundo cambio en la visión que la sociedad tenía del gobierno.
El poder desgasta y cuando existen despotismo y errores desprestigia. Los ciudadanos han despertado de la hibernación en la cual estaban.
Los grupos disconformes están a la espera de una persona que los lidere y de que sus dirigentes sean capaces de diseñar un programa mínimo que les cohesione, como el restablecimiento del Estado Social de Derecho y el desmantelamiento de las instituciones que han llevado al abuso del poder.