El presidente electo de Estados Unidos ha llegado para patear el tablero mundial y en él, por supuesto, el de América Latina. Salvo México, Cuba y, en menor medida, Venezuela, a Trump le interesa muy poco nuestra región. No hay grandes negocios que hacer ni graves conflictos que resolver.
Trump, que no es un estadista sino un empresario, ha designado colaboradores que son igualmente hombres de negocios o militares retirados de la línea dura. Con un liderazgo como el que proyecta y con un equipo de colaboradores así, sin una visión política estratégica global del mundo, poco se puede esperar de positivo para la comunidad internacional.
Tomemos un ejemplo: el Secretario de Estado, Rex Tillerson, es un multimillonario petrolero tejano, hasta hace muy poco Presidente Ejecutivo del gigante Exxon Mobil, que no le interesa y le preocupa sino producir petrodólares por encima de cualquier principio. ¿Le interesan a este caballero los derechos humanos, la democracia las libertades en el mundo? Creo que no. A él le ha interesado hacer negocios internacionales con países petroleros y ese es su “conocimiento diplomático”. Tiene excelentes contactos con las autoridades de los países con monarquías absolutas, dictadores, regímenes autócratas. Es muy amigo de Putin, tradicional adversario político e ideológico de su país, pero eso no es óbice para seguir haciendo suculentos negocios.
El presidente electo ha dicho sostenidamente que su país no puede ocuparse de todos los problemas del planeta y que lo único que le interesa es su propio país. Es decir, una propuesta aislacionista y cerrada hacia lo interno. Esta podría ser una reflexión legítima, pero resulta que es ingenua e inviable. Estados Unidos es la principal potencia hegemónica mundial y no creo que sea de su interés dejar de serlo. Mucho se juega al perder esa condición cuando hay otras potencias emergentes y poseedoras de armas nucleares que están al acecho… China, la primera, que con paciencia y no menos esfuerzo es ya la segunda.
En este contexto se podría decir que el panorama es desalentador para América Latina. Pienso que no, que puede ser, por el contrario, una oportunidad y, por supuesto, un desafío. La región, y dentro de ella nuestro país, debería aproximarse a China, India, Rusia, Japón, la UE -ahora que ya tenemos TLC- y todos los países de la Cuenca del Pacífico para profundizar sus relaciones. El espacio que parecería va a dejar los Estados Unidos de Trump, deben llenarlo otros países. Eso sí, con la priorización absoluta de los intereses nacionales, con la mirada puesta en nuestro beneficio y, ahora más que nunca, con transparencia. Sería una paradoja que una política exterior equivocada de los Estados Unidos sea conveniente para nuestro país.