En la columna de hace cinco semanas manifesté optimismo en cuanto al viaje del Presidente a Pekín. Ese optimismo estuvo bien fundamentado. El viaje fue todo un éxito.
El Ec. Correa asistió acompañado de su similar de Costa Rica, quien es presidente pro témpore de la Celac, del Presidente venezolano y de varios ministros de Relaciones Exteriores de la región. Correa fue claramente el invitado de mayor perfil, por sus discursos y su entorno de alto nivel: asambleístas, gabinete y empresarios connotados. Regresó con importantes compromisos de créditos chinos, de los que se espera se desembolsen unos USD 4 000 millones este año.
No es normal felicitarse de un incremento tan pronunciado de la deuda externa, pero estos no son tiempos normales. Las exportaciones petroleras caerán este año, aunque no se sabe en cuánto; se compensarán parcialmente con un menor costo de las importaciones de combustibles. Un escenario posible es que las exportaciones petroleras netas caigan en USD 3 000 millones, afectando la balanza de pagos en ese monto. Eso explica las salvaguardias, cupos de importaciones automotrices y alza de aranceles.
Las necesidades fiscales se incrementarán por un monto similar. Sin el nuevo crédito chino, el país hubiera requerido un ajuste brutal.
Los nuevos fondos le ganan tiempo al Gobierno. Incluso, si el petróleo se recupera en el segundo semestre, según una importante pero minoritaria corriente de opinión, con esos créditos se superaría el bache.
Pero es posible que el petróleo no regrese antes del fin de la década al precio de USD 100 al que nos acostumbramos. No podemos todos los años acudir a más financiamiento para mantener el nivel de inversión.
Queda evidenciado que la estrategia que ha mantenido el Gobierno en estos ocho años se agotó. Lo reconocen hacia adentro las autoridades económicas: en la programación cuatrianual que acompaña al Presupuesto 2015 se contempla que dentro de un par de años, el endeudamiento del Estado crezca menos que la economía.
Si seguimos por esta vía, la deuda externa terminará siendo impagable. No es solo la relación del monto de la deuda al tamaño de la economía sino del costo de servir la deuda, que es a elevada tasa de interés, en relación a los ingresos por impuestos y petróleo. El espejo es Venezuela.
Ricardo Hausmann escribe en el Financial Times: “Venezuela usó su período de altos precios del petróleo para cuadruplicar su deuda externa y así alimentar su bonanza de gasto interno… Esta caída solo empeoró la situación. ¿Quién le dio la cuerda para ahorcarse? La China”.
El Ecuador no es Venezuela. Hay obra pública que nos muestra cómo se invirtió el dinero. Pero debemos reemplazar el tipo de capital que entra al país. Menos deuda externa y más inversión extranjera.