Estamos tocando fondo, lo que muchos no creímos posible: “El Ecuador es país corcho”. Pero a este corcho lo arrastra al fondo una carga de plomo.
A un país que toca fondo, no le queda más que enderezar el camino y surgir más fuerte que antes. Zafarse de las cargas que antes toleraba por temor a los beneficiados.
Hoy, y hoy quiere decir hoy, hay que corregir las situaciones que tornan nuestra economía inviable. Con correctivos en marcha, podemos pedir a la comunidad internacional que nos auxilie para atender los problemas causados por la pandemia y cuarentena. Si ponemos la casa en orden, nos respetarán y ayudarán. De lo contrario, harán oídos sordos.
A continuación tres tareas urgentes:
-Substituir el sistema de precios políticos para gasolina y diésel, por uno de precios de mercado, y permitir su importación. No digo eliminar subsidios, pues a los precios actuales no hay subsidio. Incorporar una compensación al transporte masivo de personas, para que las tarifas no suban cuando aumente el precio de los combustibles. Los ministros de Energía y Finanzas se han manifestado a favor, por lo que todo depende de un asentimiento presidencial. Descartar todo sistema alambicado de diferenciar precios por avalúo de vehículo, RUC u ocupación económica.
-Eliminar la adiposidad estatal. La pandemia evidencia que el país necesita mayor inversión en salud; la renuencia de las autoridades educativas a participar en las pruebas PISA evidencia su temor de quedar a la cola. El gobierno ya tiene un muy fuerte gasto en rol de pagos, pero es en burocracia, no en salud, educación, seguridad. El gobierno anterior invirtió USD 400 millones en dos plataformas para albergar burocracia. Hay que reducir el empleo de escritorio a la mitad, y pagar sueldos de mercado.
En la capital las empresas tienen dificultad para retener personal calificado, que migran al sector público con mejor sueldo, y para ser subutilizados. La inflada burocracia es una rémora para la empresa privada de Quito.
Pare el resto del país, la burocracia es un gigante que hay que alimentar y que no devenga lo que cuesta mantener.
-Bajar costos laborales. Si no estuviéramos dolarizados, habría una fuga de moneda nacional, descontrolada inflación, los sueldos se hubieran pulverizado. Una de las virtudes de la dolarización es que protege a los asalariados y a los ahorristas. Pero el país no puede competir con los países otros de la región con sueldos mucho menores. Una baja del salario mínimo facilitará a empresas que no son viables negociar con sus trabajadores una reducción de sueldos. Se produciría una baja de precios en el mercado y el país recuperaría competitividad.
Hay más, pero estas son las tareas que requieren la más urgente atención. A grandes males, grandes remedios.