Ocho años en el poder. Si el cambio de mando fuera hoy, Rafael Correa podría enumerar una larga lista de logros: el gobierno más largo de la historia, que en 8 años más que duplicó en dólares el salario mínimo, puso en marcha una ambiciosa reforma educativa, mejoró cualitativamente la red vial, construyó varias centrales hidroeléctricas y dio un giro radical al modelo económico.
Pero el gobierno no termina hoy, sino dentro de dos años, o seis, si se presenta a las presidenciales de 2017 y gana. Concentrémonos solo en los tres primeros períodos.
El legado será el que deje en 2017, y no ahora. Y está en peligro. Los logros han sido posibles gracias a las elevadas exportaciones petroleras, USD 57 mil millones en ocho años descontado el costo de los combustibles importados, más que en los 35 años anteriores, desde que se inició la exportación petrolera en 1972 (sin ajustar por la inflación).
Hoy, el aparentemente formidable andamiaje económico comienza a tambalear tan pronto se escuchan los primeros mugidos de las vacas flacas. El Gobierno:
Acude al mercado financiero internacional y coloca bonos a una tasa de interés que años atrás el Presidente denunció como de usura.
Adopta una salvaguardia universal de la balanza de pagos, drástica medida rara vez invocada por países afectados por shocks externos, y que encarece los bienes importados.
El Banco Central presta a Finanzas fondos de la reserva monetaria internacional y la Junta Monetaria torna operativas disposiciones recientes que le permiten canalizar hacia el Fisco la liquidez de la banca privada.
Todo esto evidencia que la estructura económica, las prestaciones sociales y alzas de salarios no son viables sin un elevado precio del petróleo.
Que la gran inversión pública no ha sido de la naturaleza que mejore la productividad nacional, o no ha bastado para contrarrestar la pérdida de competitividad inducida por las políticas públicas.
En otros países se priorizó el incremento de la productividad seguida por la redistribución a favor de los trabajadores de los beneficios de la mayor productividad. Aquí hemos hecho a la inversa. En estos ocho años nuestros precios al consumidor han subido 22% más que los de EE.UU. y no es porque seamos más productivos.
Nuestras exportaciones de bienes procesados no petroleros fueron de 4,9% del PIB en 2006 y han descendido a solo 3,9% en 2014.
Si el entorno internacional no mejora, y en estos dos años las clases trabajadora y media pierden gran parte de lo alcanzado durante el régimen de la revolución ciudadana; si el modelo de desenvolvimiento económico del socialismo del siglo XXI, que fracasó en Venezuela, tampoco resulta sustentable en el Ecuador sin el salvavidas de los ingresos petroleros extraordinarios, el balance del legado del Gobierno será negativo.