Seguro que usted, lector, muchas veces ha leído o rezado el padre nuestro. Hay dos pasajes bíblicos sobre las circunstancias en que Jesús lo pronunció. Uno en el evangelio de Mateo, otro en el de Lucas.
En la relación de Mateo, cuando se refiere al perdón, se menciona que Jesús enseñó a rezar, dando énfasis a la frase “…y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
En el mismo pasaje, se cita que Jesús explica “si perdonáis a los hombres sus ofensas, también perdonará las vuestras el Padre celestial; pero, si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco el Padre perdonará las vuestras”.
La interpretación conceptual va más allá de las palabras y no se refiere solo al perdón de Dios, sino a la comprensión que recibiremos de Dios y de nuestros prójimos.
Respeto y comprensión los alcanzará quien sabe darlos a los otros seres, sin ofenderlos, ni agraviarlos. De no darlos, puede haber miedo de muchos ante el riesgo de violencia, agresión o posibilidad de sufrir daño y que ese miedo se exprese en fingido respeto, pero algún rato las circunstancias harán que se pierda el miedo.
Aplausos y servilismos de nada valen si hay quienes pierden el miedo.
En los días que vivimos la violencia nos domina y esta tiene el agravante de, en parte, ser potenciada desde el poder, lo que se evidencia por lesionar a quienes son reprimidos y en el manejo procesal penal.
Fui militante de izquierda en las calles, cuando estudiante. Los días 2 y 3 de junio de 1959, entonces vicentino, y el 6 de noviembre de 1961, como universitario, estuve a metros de quienes cayeron muertos por la represión de la Fuerza Pública en Guayaquil. Entonces nos enfrentamos al poder como ahora lo hacen parte de sectores sociales y estudiantes, y había violencia de compañeros, pero no justificaba dar bala a los manifestantes.
Una cosa –que no dejo de rechazar- es enfrentar a la Policía con piedras y bomba molotov, porque los agentes no tienen por qué sufrir riesgo de heridas y aun de muerte por la acción de quienes se manifiestan contra el poder, no contra los policías en singular; y, otra, apresar a los estudiantes que corran, y cuando estos ya están privados de su libertad, romperles la cara, arrastrarlos por el piso y causarles otras lesiones. Las imágenes de los hechos que presentó Ecuavisa la noche del domingo 16 de noviembre y la cadena inmediata del Gobierno me llevan a confirmar lo que expreso.
Y, antes del padre nuestro, Jesús reflexionó: “Cuando des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres”. Otra lección divina: las obras, anunciadas entre trompetas, distancian de Dios, no aproximan a Él.
lroldos@elcomercio.org