La imposible solución ideal

La economía podría ayudar a solucionar o al menos a paliar la crisis actual. El problema es que no está en capacidad de hacerlo. Pero países cercanos a nosotros sí están en capacidad de volcar la economía hacia el servicio de la gente y lo pueden hacer porque no se farrearon una década.

Estamos en lo que, desde cualquier perspectiva, es una emergencia grande y compleja. Es el momento de gastarse los ahorros y de endeudarse para tener recursos que puedan ayudar a la gente. Desde respiradores hasta canastas con comida, desde servicios exequiales hasta programas de educación masiva a distancia. Es el momento de pensar sólo en el presente y en cómo volver un poco más llevadera la vida del prójimo. O, en el peor de los casos, de dar una cristiana sepultura a quienes se van.

Hoy, gastarse los ahorros o endeudarse hasta los dientes es secundario. Ya veremos cómo reponer lo ahorrado, ya encontraremos cómo pagar lo adeudado. Lo importante es atender lo verdaderamente urgente.

Y también necesitamos pensar en qué hacer después de la tormenta. Cuando pase esta pesadilla tendremos una economía “chira”, donde los agentes económicos tendrán la capacidad de producir (las fábricas están intactas, esto no es un terremoto), pero no habrá a quién venderle, no habrá “demanda”, ni aquí ni en el resto del mudo.

Lo ideal sería revivir la economía con un disparo del gasto público que active la demanda. Ahora es momento de esas políticas que atacan la falta de demanda. Hace seis u ocho años teníamos una economía recalentada y el gobierno aumentaba el gasto; lo único que logró fue hacer daño al aparato productivo. Hoy, con una inflación negativa no hay vuelta que darle: hay que aumentar el gasto.

Pero no hay cómo. El sólo hecho de lograr que el gasto no caiga mucho es una proeza del Gobierno. Porque no hay un centavo de ahorro y no hay quién nos preste.

Ahora se empieza a valorar esa vieja virtud del ahorro algo - que no es un lujo de los ricos. Ahorrar en las buenas épocas es un deber y no hacerlo fue un pecado.

Ahorrar no es un lujo de los ricos. El Perú es un país similar a nosotros y ahorró en la década de abundancia. Hoy tiene la menor deuda pública del continente y reservas internaciones de más de USD 68 000 millones. Así pueden darse el lujo de implementar la política correcta y lanzar un plan de estímulo de 25 000 millones, o el 12% de su PIB.

Nosotros no podemos porque tuvimos, a diferencia del Perú, un gobierno que insultaba a los que hablaban de ahorro, se reía de “los fonditos” y decía que gastar era la mejor manera de ahorrar. Ellos son los culpables de que hoy tengamos un gobierno atado de pies y manos que casi no puede aportar a la solución.

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