La pregunta es en serio. Por qué y para qué se debe renegociar la deuda externa del país. Más de un ecuatoriano se habrá preguntado si no sería más conveniente hacerles una seña soez a los acreedores y decirles que se vayan a algún lugar desagradable y que no les vamos a pagar.
Habrá gente que hasta ha pensado en recurrir a argumentos como justicia, nacionalismo o simplemente desprecio a los ricos y tendrá ganas de declarar toda deuda como malvada, injusta y, la palabrita más recurrida, “ilegítima”.
Así, tiene sentido preguntarse hasta dónde es útil ser educados y sentarse con esos antipáticos acreedores para decirles, con nuestra mejor sonrisa, que estamos sin plata, que no podemos pagar todo lo que se les debe y que, por lo tanto, renegociemos de buena fe para pagarles menos plata, con más plazo, menos intereses o años de gracia (o algo de las cuatro cosas).
¿Para qué darse el trabajo la renegociación, las falsas sonrisas, las idas y venidas, las propuestas y contrapropuestas, si todo podría arreglarse con una moratoria unilateral, una buena insultada y la notable satisfacción de poder decir “seremos más pequeños, pero les hicimos sufrir”?
La tentación es grande y los egos son enormes, pero sentarse en una mesa a renegociar tiene sentido, sobre todo si se mira el largo plazo y las oportunidades a las que podría acceder el país si desarrolla una relación “saludable” con el mercado financiero internacional. El Ecuador tiene una pésima fama en ese mercado. De todos los bonos que ha emitido la República, desde 1830 hasta 2020, sólo uno se ha pagado de la manera en que estaba planificado: los bonos “Global 2015”, emitidos en 2005 y pagados 10 años más tarde tal como se había pactado en su emisión. En todos los demás bonos hemos entrado en algún tipo de moratoria y renegociación.
Por eso, el mercado internacional le presta al Ecuador poco y caro, nos ve con gran desconfianza, más aun desde que en 2008, apelando a la soberanía y la legitimidad, dejamos de pagar la deuda a pesar de tener los recursos para hacerlo.
Si empezamos a ser serios y a portarnos como adultos conscientes de sus obligaciones, podríamos arrancar desarrollando la buena fama que nos convertiría en un mejor sujeto de crédito y que abriría a las empresas ecuatorianas la posibilidad de acceder a un mercado de capitales enorme, con tasas más bajas y condiciones distintas.
Empresas ecuatorianas podrían emitir bonos en el extranjero, los bancos podrían acceder a más líneas de crédito de afuera y empresas medianas podrían recibir préstamos directos del exterior.
Con eso capitales y habría más competencia en el mercado local de créditos. Lindo. Sólo falta que seamos adultos.