Cuando no hay, no hay. Eso es lo que pasa con los ingresos del Gobierno ecuatoriano: con la pandemia, los ingresos que de por sí iban a ser escasos, se volvieron más escasos todavía. El problema es que algunos no quieren entender que cuando no hay ingresos, tampoco puede haber gastos.
En esta historia hay una parte mala y una pésima. Empecemos por lo malo, que son los ingresos no petroleros y que consisten en los impuestos y otros ítems no tributarios menores. Los números indican que entre abril y junio de este año, la “caja fiscal” recibió USD 3 020 millones por ingresos no petroleros.
Si bien eso suena a mucho dinero, sólo representa las dos terceras partes de lo que el mismo Gobierno recibió en los mismos meses del año pasado. Por cierto, una aclaración importante, abril, mayo y junio fueron los peores meses en lo que a recaudaciones no petroleras se refiere, lo cual hace la comparación especialmente cruel, aunque no por eso menos certera.
Digamos que esa es la mala noticia: los ingresos no tributarios se redujeron en una tercera parte frente al año pasado. Ahora vamos con la pésima noticia que se refiere a los ingresos petroleros, que en abril, mayo y junio sumaron únicamente USD 54 millones. Nuevamente eso puede sonar a mucho dinero, pero en realidad es sólo un décimo de lo que se recibió el año pasado en los mismos meses y por el mismo concepto.
La pésima noticia es, por lo tanto, que los ingresos petroleros del Gobierno cayeron en un 90%, de USD 555 millones entre abril y junio 2019 a los ya mencionados 54 millones en el 2020.
De esa manera, la suma de ingresos petroleros y no petroleros del Gobierno en esos fatídicos tres meses fue sólo el 60% de lo recibido el año pasado.
Y ante eso hay un país que quiere que el Gobierno lo financie todo, que aumente el gasto, que destine más recursos a esto o a aquello. Hay gente que insiste en bajar impuestos y muchas actividades piden “exenciones”, sin darse cuenta que lo que tenemos es un Gobierno sin un sólo centavo que, por ley, tiene que ajustar lo que transfiere a otras instituciones del sector público.
Esos ajustes son, necesariamente, hacia abajo porque cuando no hay, no hay. Y quizás esa es una de las sencillas verdades que los populistas no quieren entender. Porque cualquier persona con dos dedos de frente sabe que 54 es mucho menos que 555, pero cuando no se quiere entender, se puede llegar a negar lo matemáticamente evidente. Además, si se grita lo suficiente, capaz que algo sale por ahí.
Afortunadamente sí hay una luz al final del túnel, pues las recaudaciones no petroleras se están recuperando y los datos de junio son prometedores (aunque en los petroleros todavía estamos cayendo).