Muchos podrían cometer el error de pensar que el alcalde Mauricio Rodas vive con el Metro un momento idéntico al que afrontó Jamil Mahuad cuando bregaba para instalar el trolebús en la capital, allá en los 90.
Hay coincidencias, por supuesto, como el hecho de que se trata de dos alcaldes presidenciables, con su carrera a Carondelet atada al éxito de su proyecto estelar. Y en ambos casos ese proyecto se refiere a una radical solución al tema del transporte.
Los momentos y la realidad política, sin embargo, son diferentes. Mahuad se enfrentó a las organizaciones de transporte y logró el respaldo de los ciudadanos, que compraron la idea (el ‘marketing’ ayudó a esto pero también el apoyo de la opinión pública y de los sectores académicos) de un trole que rompería para siempre con el hórrido servicio de los buses.
Mahuad incluso puso en aprietos al gobierno de Sixto Durán Ballén porque, como siempre, el Ejecutivo siempre ha procurado sostener una relación muy cordial con el sector del transporte; incluso, en una jugada con alta dosis de riesgo, usó al trole para romper un paro de buses.
¿Mahuad ganó? En parte. El trole llegó y llevó a Mahuad a la Presidencia, pero el servicio empeoró progresivamente y los siguientes alcaldes archivaron el plan original de reemplazar al trole no con un metro sino con un tren liviano luego de las dos décadas. Los buses jamás salieron de la 10 de Agosto ni otras avenidas, sino que coexisten con las unidades del sistema municipal.
Rodas, en cambio, no tiene esos rivales, no afrontará huelgas de transporte por el Metro y, en realidad, no necesita insistir para convencer a los ciudadanos de que viajar en vagones será mejor que hacerlo en bus.
Su rival está en la percepción (no solo en las redes) de que el Metro va muy despacio y en el caos que se generará en las vías durante su construcción. Se verá si Rodas logra despejar esas dudas y unir a la ciudad en torno a una esperanza, la de viajar rápido y seguro.