El triángulo imposible
En la política económica ecuatoriana hay tres cosas que no pueden coexistir al mismo tiempo. Máximo dos de las tres, pero nunca todas. Me refiero a bajos precios del petróleo, populismo y libertad económica.
No es viable tenerlas todas, sobre todo si se quiere evitar un colapso de la economía. Las combinaciones posibles son de dos en dos: se puede tener libertad y populismo, si no se tienen precios bajos; se puede tener precios bajos y libertad si se renuncia al populismo y, finalmente, se puede tener populismo y precios bajos si se restringen las libertades. Tres escenarios que se analizan más adelante.
En términos generales, para este análisis, libertad económica debe entenderse como la capacidad de cualquier persona o institución de definir qué, cómo y para quién producir. Por ejemplo, definir qué importar y poder hacerlo sin trabas; definir a qué precios vender sus productos y hacerlo sin restricciones; establecer libremente y sin direccionamiento del Estado a quién conceder un crédito y a qué tasa de interés se lo hace o decidir cuándo mover divisas desde o hacia el extranjero sin ser gravado por impuestos.
Veamos las combinaciones posibles. El primer escenario viene de que si se quiere tener una política dispendiosa (populista) y respetar la libertad de los agentes económicos al mismo tiempo, la única manera de hacerlo es con altos precios del petróleo que permitan maquillar el dispendio.
Pero si los precios son bajos, no se puede ser populista y respetar las libertades al mismo tiempo.
Así, el segundo escenario ocurre, con precios bajos, cuando hay una política económica responsable y los actores saben que pueden confiar en el Gobierno. Por lo tanto, aún si gozan de libertad, no van a sacar su dinero del país y (con una política que no sea dispendiosa) la demanda por importaciones no va a desequilibrar la balanza de pagos. Una política responsable crea fondos de ahorro que dan tranquilidad a los agentes y así no se necesita “obligarlos” a que se tranquilicen.
En el tercer escenario, con precios bajos y con una política populista (que nunca haya creado ahorros), los agentes pueden ponerse intranquilos y, por ejemplo, querer mover su dinero hacia el extranjero. En ese caso, si no se puede renunciar al populismo, hay que restringir la libertad de movimiento de capitales. Y si una política dispendiosa estimula las importaciones, habrá que restringirlas, sobre todo si el bajo precio del petróleo no permite equilibrar la balanza comercial. Y si los bancos no prestan por un tema de desconfianza, habrá que “lograr” que sí lo hagan. Y si nadie le presta al Estado (por obvias razones), habrá que “dirigir” a los fondos de jubilación para cubrir el hueco.
Estrategias necesarias para evitar colapsos, estrategias difíciles de entender para los que creíamos que las libertades eran intocables.