No sé ustedes a qué se dedican, pero yo ando dedicada a trabajar para mantener el tren de vida del Estado. Y es durísimo; no hay plata que alcance. Es que, como dicen los gringos en referencia a las personas de gustos caros, este Estado nos salió ‘high maintenance’.
A favor del Estado he de decir que sus administradores son recursivos y encuentran mil y un maneras de lograr su objetivo. De su astucia y su implacabilidad, como decían unos conocidos uruguayos, no te salva ni Peteco. Y a mi favor he de decir que creo en los impuestos como un sistema que nos permite convivir civilizada, solidaria y responsablemente en sociedad. Pero en impuestos que se destinen sin excepción al bienestar colectivo.
Una vez que estamos claros, continúo quejándome. Como paso ocupadísima trabajando, por ejemplo, no me queda tiempo ni ánimo para lidiar con el SRI; institución que puntualmente recauda hasta el último centavo que me corresponde aportar, pero que inexplicablemente es incapaz de devolverme un crédito tributario que me adeuda desde hace como un año. Y me ofrece unas alternativas, entre esotéricas y complicadísimas para recuperar esa plata, que me desincentivan al máximo. Les dije, son ultrarrecursivos.
Otra modalidad es la sorpresiva. Cuando fui a matricular el auto, una multa me sorprendió 9 meses después de haber sido emitida; en ese tiempo, nadie se comidió en enviarme una nota por correo electrónico, un documento físico a la casa, o hacer una llamada o dejar un mensaje telefónico para decirme que debía pagar 106 dólares porque había contravenido la ley. Tienen todos mis datos, solo les falta mi talla de pantalón (0 Petit, por si acaso). Total, tuve que pagar 120 dólares, por los intereses que fueron sumándose mientras yo vivía en la ignorancia. Calculen los miles y miles de dólares extra acumulados gracias a los intereses de los impuntuales (a la fuerza) infractores de la ley.
Y la más genial es la modalidad camuflada. Varios de ustedes, igual que yo, estarán donando un porcentaje de su sueldo para ayudar con la reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto de abril, ¿cierto? Nos vendieron la idea con el nombre de Ley Solidaria y aceptamos. Pero la suspicacia se prende cuando parecería que esa plata está destinándose a financiar la inacabable campaña electoral que comenzó hace 10 años y también a pagar deudas antiguas de los administradores del Estado.
Nos han explicado haciendo triples saltos mortales lingüístico-económico-semánticos que los famosos 120 millones fueron para proveedores de Manabí y Esmeraldas y que así se ayudaba a esas provincias… bla, bla, bla. Lo que no nos han dicho es si se valieron de nuestros aportes de buena voluntad para algo muy puntual, y así se han cubierto las espaldas pagando deudas para las cuales no les hemos dado nuestra plata; ganada conharto trabajo.
iguzman@elcomerico.org