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Paréntesis

scordero@elcomercio.org

Claudia Jerónima - personaje que aparece brevemente en el capítulo LX de la segunda parte del Quijote, cuenta así al bandolero Roque Guinart sus amores con el hijo de Torrellas, ‘de su contrario bando’: “Viome, requebrome, escuchele, enamóreme”. Formas verbales extrañas, pero no desconocidas, corresponden al pasado perfecto simple de ver, requebrar, escuchar y enamorar, usados por todos, excepto, quizás, ‘requebrar’: ‘halagar especialmente a una mujer, con piropos o palabras que destaquen sus atractivos’. ¡Ya no nos requiebran como antes!: hoy, pronunciar un piropo ingenuo puede dar lugar a acusaciones de acoso sexual: se perdió el tiempo de la inocencia…

¿’Pasado perfecto simple’?, sí, y con él, el sabor de la infancia, cuando las monjitas ponían su entusiasmo para enseñarnos, de verdad, gramática: a los doce años hacíamos ‘concursos de conjugación oral’, todo un desafío que permanece en el alma.

Los verbos citados llevan, cada uno, una sílaba de más: vio+me; requebró+me; escuché+le; enamoré+me… ¿Por qué estas formas, en palabras que resumen sabiamente el nacimiento del amor: ‘me vio, me requebró, le escuché, me enamoré’?… Pues porque en español podemos colocar los pronombres complemento antes o después del verbo. Los que van antes son llamados proclíticos y no se juntan al verbo: me dio, le oí, se lo traje: los que van después, enclíticos, que empleamos entre nosotros, casi solamente con verbos en imperativo: tráe+me; déja+te; avísa+le; siénten+se.

¡Pero siéntense merece una advertencia!: oímos con lastimosa frecuencia ‘siente+sen, traiga+len, ponga+men’, donde ‘sienten, traigan, pongan’ son los verbos; ‘se, le, me’, los enclíticos: nosotros trasladamos la n de la forma imperativa, a los pronombres: ‘se+n, le+n, me+n’, error garrafal de habladores y ‘poetas’.

En otros tiempos, los enclíticos se empleaban junto a todas las formas de los verbos. Hoy, Jerónima diría ‘me vio’, ‘me requebró’; ayer (el 1600 es aún ayer), dijo viome, requebrome, quizá entonces poéticos, hoy, difíciles de aceptar.

Y una anécdota llena de gracia: Las empresas mineras del norte de España construían barriadas para sus trabajadores. A cada uno le tocaba un piso, pero como siempre había que esperar, los mineros se preguntaban entre sí, si les había tocado ya la vivienda codiciada: ¿tocote?, por ¿te tocó? Si resultaba que todavía no, aseguraban al interlocutor que ya les tocaría, con un optimista ¡tocarate!, por ‘¡te tocará!’.

Pero he aquí que la lengua cambia, como cambia la vida, y del tocote y el tocarate, verbos, nacieron Tocote y Tocarate, nombres de dosbarriadas de mineros en Asturias. Unos, viven o vivían en Tocote; otros, en Tocarate.

Y, lector, no más siéntesen, léamen, cuéntelen, sino siéntense, léanme, cuéntenme, para emplear bien los pronombres enclíticos, que como hemos visto, en su dificultad, tienen su encanto.