¿Se atreverá a seguir el maravilloso ejemplo de miles y miles de ecuatorianos cuya solidaridad demuestra la más hermosa calidad humana, por encima de las ideologías y de las diferencias que pueden darse en una sociedad, pero que nunca deben dañar el alma de los seres humanos?. Creo que sí, e igual quiere creerlo la gran mayoría de ecuatorianos.
Sin que nadie los convoque, por decisión propia –lo viví en Guayaquil- la misma noche del terremoto, apenas pasadas las 19:00 del sábado 16 de abril, aun cuando en sus casas no había luz y se hubiesen producido daños, sin tumulto salieron los ecuatorianos a recabar información sobre quienes podrían ser los más afectados, para ir en su ayuda.
Circulé en las calles de Guayaquil –una tía de 94 años, era mi mayor preocupación- y los guayaquileños en las esquinas y algunos caminando –el detalle de sus animalitos a quienes protegían era impresionante-, todos buscando socorrer a quienes más lo necesitaban.
Apenas amaneció el domingo 17 pasé por un mercado y vi a mucha gente comprando. Las mayores compras eran enlatados, agua y otros productos no perecibles. Se preguntaban “¿adónde podemos llevar esto para Manabí?”. Se sugirió una iglesia cercana y se acertó. Luego, miles de guayaquileños, en decenas de centros de acopio, hasta la medianoche, empacando para enviar víveres, ropa, medicamentos, enseres a Manabí.
Nadie se identificaba. ¿Para qué? Todos éramos y somos iguales. Para dar la mano no hay que escoger ni pretender figurar.
El lunes 18 se publicitó que el Gobierno canalizará cualquier donación. Ojalá no se traben las espontaneidades de los ecuatorianos.
Y qué atrevimiento esperamos del Gobierno, que debe ser correspondido por otros actores de la sociedad y la política:
El ánimo y la práctica de conciliar.
Que se abandone la política de enfrentarse a las empresas privadas y a las organizaciones no gubernamentales, como enemigos u opositores, porque todos tenemos que sumar.
Que se piense que los recursos que necesitamos para salir de los efectos del terremoto no solo deben alcanzarse incrementando los recursos fiscales –cuidado más estrangulamiento vía impuestos u otras medidas-.
Que haya conciencia que también deberán ser millonarias las inversiones que debe realizar el sector privado para salir de las afectaciones constructivas y productivas consecuencias del terremoto, manteniendo así las fuentes de trabajo.
Que haya honestidad y transparencia.
¿Por qué no una convocatoria a los ecuatorianos que por temor a las políticas de los gobiernos –el actual incluido- sacaron recursos al exterior para que los traigan, con los registros del caso, con total exoneración de impuestos en los cinco siguientes años, eliminando el ISD para su salida después de los cinco años?
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