Las demandas de la dirigencia indígena de la Conaie y, particularmente de su presidente Jaime Vargas, están llegando al límite de lo racional y jurídicamente aceptable.
Sin haber hasta el momento autoridad alguna que le ponga coto a la serie de disparates y acciones que atentan contra la seguridad jurídica del Estado, el señor Vargas ha seguido haciendo de las suyas. Lo último: presionar para que las brigadas del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) abandonen la comunidad de Tigua (Provincia de Cotopaxi). Como si se tratase de un presidente que preside a un Estado dentro de otro Estado.
Esa es la razón por la cual presumo que Vargas ha querido imponer al Gobierno su agenda propia, boicotear el proceso de diálogo, presionar la salida de los ministros del Interior y de la Defensa, fijar las medidas económicas que debería contener el decreto que iba a reemplazar al 883, crear un ejército indígena, amenazar al vicepresidente de la República con aplicar la justicia indígena sin observar el ordenamiento jurídico que tiene el país, entre otros.
Pero Vargas no solo se ve como presidente de ese Estado dentro de otro Estado. Se proyecta también como candidato anticipado de ese Estado al que cuestionan. De ahí que se haya atribuido gratuitamente el derecho de hablar en nombre de todos los ecuatorianos.
Si algo ha quedado claro para la mayoría de los ciudadanos luego de las lamentables protestas de octubre es que no nos identificamos con quiénes están detrás de desestabilizar al país, de hacerle el juego al correísmo, de la suspensión de los servicios como el surtido de agua potable, de la interrupción del bombeo de petróleo, de la afectación a las actividades económicas, de la generación del caos y el desorden, de los saqueos, de la quema y el destrozo de bienes y edificios públicos, del cierre de vías, de la violencia e incitación al odio… Por eso señor Vargas y dirigencia indígena de la Conaie no pueden hablar en nombre del resto de ecuatorianos que si apreciamos la paz, el respeto de la ley y vigencia del orden democrático.
Ubíquense. Usted señor Vargas y dirigentes de la Conaie no representan al Estado sino a una organización social que en el pasado fue un símbolo de la lucha por la equidad, la solidaridad, participación y la democracia. Todo ese proceso de lucha lo están arrojando al tacho de la basura.
Por esa falta de visión más amplia y esa ambición particular de trascender en la política, se están convirtiendo en fuerza de asalto a la democracia (como decía hace unas semanas Carlos Arcos Cabrera) y en medio de captar nuevamente el poder de quiénes asaltaron los recursos públicos del Estado de manera abrupta durante diez años de dictadura.
Todavía hay mucho por hacer para instaurar en el Ecuador una plena democracia. Sin embargo, eso no puede ser motivo para hacerlo a través del chantaje, el atropello y la sin razón.