Llegó el día de la salida del Julián Assange de la embajada del Ecuador en Londres. Pese a que han quedado claros los argumentos para dar por terminado el asilo, hay sectores que lo defienden y otros que lo critican. Unos que lo idealizan como defensor de la libertad de expresión a nivel mundial y otros que lo cuestionan por no ser exactamente eso.
Yo me inclino por lo segundo. Julián Assange no es -como dicen los adherentes del correísmo y de una mal entendida izquierda- un periodista, un comunicador o un defensor de la libertad de expresión. Él se ha parapetado en ello para cometer una serie de irregularidades, muy propias de un pirata o hacker.
Pongo unos pocos ejemplos. En julio del 2010, su organización WikiLeaks filtró cerca de 91 000 documentos secretos de la intervención de los Estados Unidos en la guerra de Afganistán. En octubre de 2010 fueron 391 000 documentos, los cuales delataban una cierta permisividad de autoridades norteamericanas con torturas durante la guerra de Irak. En noviembre de 2010, 250 000 mensajes son interceptados y publicados en WikiLeaks. Son cartas, reportes e informes del Departamento de Estado con sus funcionarios en el exterior. Esta representa la mayor filtración de documentos secretos que haya tenido Estados Unidos en su historia. Esto se produjo antes de que Assange se refugie en la Embajada del Ecuador.
Una vez en la Embajada (llega en junio de 2012 y en agosto se le concede asilo), Assange continuó con sus actividades de espionaje, infiltración de los sistemas informáticos, así como de publicación de información secreta en el sitio web de WikiLeaks. Lo más sonado fue su interferencia en las elecciones presidenciales norteamericanas del 2016. En coordinación con el Kremlin, eludieron las seguridades informáticas y publicaron correos del Partido Demócrata, los cuales perjudicaron a la candidata Hillary Clinton y beneficiaron a su rival republicano, Donald Trump.
La actividad de un periodista es informar, recurriendo a fuentes primarias o secundarias y haciéndolo por medios legítimos. Un periodista no puede robar información. Por ello, Assange no ha demostrado en realidad ser un periodista. Y aunque para algunos, por deformación ideológica y falta de ética, poner en mal predicamento a los Estados Unidos es considerado como positivo, lo que sí está claro es que Assange consiguió y difundió información por medios cuestionables e ilegales. Estamos hablando de sustracción ilícita, de fraude, de piratería. Entonces, nuestro país ha mantenido en su embajada no a un periodista o perseguido político sino a un bandolero.
Por este motivo, la acción del presidente Moreno de retirarle el asilo está debidamente justificada. La presencia de Assange en la embajada del Ecuador ha sido lesiva a los intereses de nuestro Estado. De eso deberían responder ante la justicia el propio presidente Correa y quiénes fungieron como “cancilleres”.