En la tertulia de lectores que mantenemos desde hace más de 10 años, pocos son los libros que se ofertan y cuyo contenido, resumido, no despierte el interés de los participantes. Yo tengo mis preferencias si bien es cierto que algunas van volviéndose arcaicas. Tal el caso de la Guerra Civil Española. En la última reunión, ante la indiferencia de los demás, elegí “El cielo prometido” (la historia de la familia Mercader) de Gregorio Luri (Ed. Ariel-Planeta, 2016). La madre, Caridad Mercader, personaje antipático, comunista de la línea dura, stalinista. Uno de sus hijos, Ramón Mercader el asesino de Trotsky, por orden de Stalin, en prisión mexicana durante 20 años. Héroe de la Unión Soviética, el que según Leonardo Padura amaba los perros y en La Habana falleció de muerte natural. Caridad y Ramón, personajes que ocuparon un sitio destacadísimo en el santoral del comunismo, el marxista-leninista-stalinista.
Por el libro de Gregorio Luri pasan centenares de personajes al compás de una ideología que concitó la adhesión de hombres inteligentes, idealistas y cultos, de puritanos y también de asesinos con ansias imparables de poder. Se impuso en el inmenso espacio al que llegó la Unión de las Repúblicas Socialista Soviéticas. A las buenas y a las malas.
Cuando no había duda que en la URSS, el paraíso del proletariado se había convertido en el infierno de los trabajadores, la Revolución cubana, la de Castro, llegó con el calor del trópico para una ideología que se marchitaba. Una suerte de primavera lo que acontecía en Cuba. Renacía la utopía, la creación del hombre nuevo. En 1960 Simone de Beauvoir y Paul Sartre viajan a Cuba. Sartre en sus artículos publicados en France Soir, cree estar viviendo la luna de miel de una revolución que se la ve cálida y humana, posible. Sartre vuelve a la isla caribeña ocho meses más tarde y halla menos alegrías, presentes las fuerzas de seguridad y represión. Las diferencias entre Castro y Sartre estallan en 1971. Es también cuando decenas de intelectuales latinoamericanos rompen con el castro-comunismo.
Una suerte de saga va resultando este artículo. Cabe incluirle al Che Guevara. Soñador, valiente; tan latinoamericano como que no supo definir los términos del tiempo histórico en el que vivían los negros del Congo o los indios bolivianos. El que protagonizó un desastre anunciado. Como el Che Guevara centenares de iberoamericanos, valientes como él, idealistas como él, los que cayeron en el noble empeño. La justicia social, desnuda, atrayente hasta no más. Eso sí, huérfanos, nosotros los iberoamericanos de saber cómo llegar a la meta soñada, cómo llegar a la justicia social con libertad. Si usted lector no sabe quién fue Ramón Mercader no se ha perdido nada. El panteón de los creyentes en el marxismo-leninismo ha sido barrido por la historia.