El sorpresivo encuentro del exmandatario y su excanciller – también asesor de Lenín por corto tiempo – en Panamá tuvo varios propósitos. Salvo agenda oculta, de lo que se sabe el expresidente habló de encuentros ‘bilaterales’ (absurdo, ¿de parte de quién?) con algún presidente y luego se conoció de la denuncia ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
¿Quién te ha visto y quién te ve? En condiciones normales acudir al organismo continental no tendría nada raro, Pero tiene. Es que durante años el expresidente y su canciller se la pasaron denostando al organismo, descalificándolo, tildándole con los peores epítetos, amenazando con dejar de aportar para su funcionamiento y crear una OEA paralela. Eso sí, cuando se trató de proteger a Nicolás Maduro y su gobierno represivo y atentatorio contra las libertades de los venezolanos no se desaprovechó la ocasión para bloquear cualquier sanción y pronunciamiento de la OEA.
Luis Almagro, en vez de mandar a los proponentes con viento fresco -como su conducta hubiese merecido – recibió el pedido como corresponde a un ejercicio atildado de la diplomacia y ofreció un estudio técnico y jurídico y producir un informe.
Los exfuncionarios de la autoproclamada Revolución Ciudadana consideran que en el Ecuador hay una alteración del orden constitucional, basados en la inexistencia del dictamen de la Corte Constitucional como paso previo para que el Presidente convoque a la Consulta Popular.
Lo que da estupor es escucharles hablar de ruptura del orden constitucional por concentración de poder. Ese es el justamente el perverso esquema que se buscó y consolidó en Montecristi. Los jueces fueron obsecuentes con el poder que dominó durante la década pasada. El sistema promovió que las autoridades electorales no pertenezcan a las distintas fuerzas del espectro ideológico sino parecían mandatarios de un solo poder vertical. En el poder Legislativo poco se fiscalizó y los alzamanos proliferaron sin debatir ni cuestionar casi los contenidos del legislador todopoderoso en que se convirtió el mandatario. Para cerrar el círculo el Consejo de Participación Ciudadana que debía promover que la gente y la sociedad organizada fuesen representada, fue sumiso al poder Ejecutivo. Así designaron con concursos a varias autoridades de control que no controlaron nada y cuyo inicio de su debacle hoy estamos viendo.
Hablar de un modelo de concentración del poder y criticarlo habiéndolo instalado sin que nadie pueda chistar, porque además controlaron buena parte de la opinión pública y a muchos críticos los callaron, es un cinismo mayúsculo.
Lenin Moreno hoy habla de los epítetos de los ‘ex compañeritos’, que dijeron que la OEA era ‘inservible, sesgada, ineficiente, poco confiable, colonialista, incoherente y de doble moral’.
El pez por su boca muere, ‘cuánta doble moral’, el ridículo es continental.