¿Va América del Sur a la derecha, a la ultraderecha? ¿Arrastra la izquierda los pies, señal segura de vejez? ¿Empieza a desinflarse la globalización?
Tres preguntas difíciles de responder para todo ser humano nacido de mujer, salvo para el presidente Jair Bolsonaro.
Levanta la mano derecha, despliega el dedo índice de tres falanges largas y convoca al Congreso “A ayudarme en la misión de restaurar y volver a levantar a nuestra patria, liberándola definitivamente del yugo de la corrupción, de la criminalidad, de la irresponsabilidad económica y de la sumisión ideológica”. Mira las estrellas de la bandera verde-amarilla, exulta y afirma “Este es el día en que el pueblo comenzó a liberarse del socialismo”.
Y recordando la tradición judía y cristiana, llama a la acción “No podemos dejar que ideologías nefastas destruyan valores y familias. (…) Tenemos el desafío de enfrentar los efectos de la crisis económica, del desempleo récord, de la ideologización de nuestros niños, de la desvirtualización de los derechos humanos, de la deconstrucción de la familia”.
Brasil mira al Atlántico, se asienta sobre Uruguay, Paraguay y Argentina. Al norte limita con Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guayana Francesa. Al oeste, linda con Perú y Bolivia. Ecuador también limitaba, pero ya no; y Chile, nunca. Brasil es el país más grande de Sudamérica, y en tamaño, el quinto del mundo. Cuando Brasil se vira, nuestra América resbala.
La Cuba de los Castros puso el ojo en Venezuela para tener un país tanque que le abastezca de petróleo. Puso el ojo en Brasil para corromper al subcontinente. Puso el ojo en Bolivia, productora de coca. Puso el ojo en Ecuador, puente entre Perú y Colombia. Brasil socialista, Chávez y Maduro archimillonarios, Lula, opulento; Dilma, bien vestida; Evo, engrandecido; Bachelet, contenta y Rafael, insaciable. Cristina aprende y da buen ejemplo de apetito goloso. La izquierda fracasa. Fomenta derechos por docenas y olvida las obligaciones. Estado maternal hasta que se le seca la leche. Varios mandatarios socialistas han pasado de la hoz y el martillo al toro de Wall Street, sin dejar de hablar contra el imperialismo. La principal excepción es el santo guerrillero uruguayo, primo hermano de Francisco de Asís. El resultado de tanta irresponsabilidad es que sus pueblos anhelen el orden y el progreso, sin recordar que si no se comportan como manda el programa, deberán pagar las consecuencias.
Brasil con Bolsonaro será la Turquía de América del Sur. Con el nuevo presidente aumentará el calor en el mundo, las lluvias torrenciales, los migrantes no serán bienvenidos, los brasileños ricos se volverán más arrogantes y Brasil será solo para los brasileños.
Aquí estamos saliendo del socialismo del siglo XXI. ¿Como sobrevivirá el Estado endeudado y en soletas? Con mis noventa años, tal vez no vea el triunfo de la ultraderecha. Sin sangre no hay redención. ¿Será?
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