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En el mundo político anglosajón hay una expresión curiosa y muy usada. Se trata de “lame duck” o “pato cojo” y que hace referencia a una autoridad de elección popular y de alto nivel cuando se acerca el fin de su mandato, ya sea por disposición legal o por decisión voluntaria. El solo hecho de que esa autoridad haya anunciado su retiro lo convierte en una autoridad disminuida, sin el amplio poder antes indiscutido, en un “pato cojo”.
Ahora que, después de una serie de especulaciones y hasta amenazas, en el caso de nuestro país, no en uno anglosajón, el Presidente de la República ha declarado públicamente su retiro de la futura contienda electoral y ha pedido a la Asamblea Nacional que, a través de una transitoria, le impida presentarse como candidato presidencial en 2017 para dar paso a otro de su movimiento ¿podría afirmarse que el presidente Correa pasará a ser un “pato cojo” en las semanas y meses por venir? Veamos.
Inevitable y objetivamente, desde su anuncio de que no pretenderá continuar, Correa ha perdido parte de su influencia y lo seguirá haciendo mientras más cerca esté el fin de su mandato, él lo sabe y, sobre todo, sus acólitos lo saben y les preocupa y ya estarán buscando sombras de otros árboles para cobijarse.
Para que su autoridad se disminuya no interesa que su reemplazante sea del mismo grupo político o sea designado por el mismo Presidente, lo cierto es que será otro, ya no Correa. La lealtad incondicional se diluirá –parece que ya se está diluyendo-, vendrán cuestionamientos tardíos, prevalencia de principios éticos que se despiertan súbitamente, ambiciones personales de poder y de facciones del mismo movimiento. El escenario que hemos visto por casi nueve años irá cambiando forzosamente.
Puede acontecer también, poco probable pero no por ello descartable, que el ungido por AP o por el mismo Presidente saliente sea un absoluto subordinado al aparato partidista y a la voluntad del ausente, tal como sucedió con Cámpora en Argentina. Que el escogido no pueda siquiera decidir quién será su binomio, ni escoger los miembros de su gabinete de ministros ni aprobar la lista de los candidatos a legisladores; que todos estos nombres le sean impuestos desde arriba. Incluso que le obliguen a declarar la muerte cruzada.
La ambición de figuración podría darnos, no hay que sorprenderse, un personaje así de aventurero como candidato de la Revolución Ciudadana para la contienda con uno o varios adversarios de la oposición.
La teoría del “pato cojo” parecería implacable, consustancial al poder y sobre todo a dejar el poder. Inherente a la naturaleza humana. No obstante, a pesar de que parezca una contradicción, insisto en la pregunta ¿tendremos desde el año que viene un Presidente “lame duck”?