¿Es la violencia la partera de la historia? Depende. Marx dijo que cuando la sociedad vieja está preñada de la nueva, la violencia la ayuda a nacer. Y se marca una nueva época. Si para muchos historiadores el siglo XX empezó realmente con la Revolución rusa de 1917 y la pandemia de la gripe española, es evidente que el siglo XXI está naciendo recién ahora con el fórceps del coronavirus. Un nuevo siglo, sí, pero no necesariamente una nueva sociedad ni un mundo mejor.
Más que a favor de algo, la ola de protestas del año pasado en Francia y América del Sur era en contra de la desigualdad generada por el neoliberalismo y la globalización, pero en el caso ecuatoriano derivó en un intento golpista del correísmo para volver al estatismo derrochador. Encontraron un aliado en los indígenas mariateguistas y senderistas que sueñan con el retorno a una mítica comunidad original y la ‘violencia revolucionaria’ incendió la capital.
Pero muchas veces a los violentos y fanáticos les sale, literalmente, el tiro por la culata. En la Italia de 1920, hundida en la resaca de la postguerra, con peste, hambruna, desempleo y rencor, los socialistas eran muy fuertes y las ligas campesinas se tomaban violentamente las propiedades y perseguían a los terratenientes. Se inspiraban en la aún flamante revolución bolchevique, pero un oportunista salido de sus filas, audaz y con olfato, se volvió contra ellos y organizó los ‘fascios’, escuadras armadas de exsoldados, desadaptados y criminales que eran financiados por industriales y terratenientes y masacraban a los socialistas. Ese caudillo se llamaba Benito Mussolini y quien busque conocer su ascenso al poder debe leer ‘M. El hombre del siglo’, la biografía novelada de Antonio Scurati que vendió medio millón de ejemplares en Italia.
Existen por acá también ejemplos de la reacción implacable contra la violencia de izquierda o campesina. Si en Colombia Álvaro Uribe apoyó a las Autodefensas contra las FARC, en Perú la dictadura de Fujimori aniquiló a los senderistas. Y en el Manabí de los años 50, la banda de los tauras, impulsada originalmente por ciertos hacendados, se salió de madre y debió ser reprimida por el grupo de caballería Febres Cordero.
Hoy, exacerbados por el discurso racista de Trump y la brutalidad policial, las protestas y los saqueos en Estados Unidos han alcanzado la cota de los levantamientos por el asesinato de Martin Luther King en 1968. Sin embargo, quien ganó las elecciones de ese año fue el republicano Richard Nixon, porque sucede que las sociedades tienden a ser conservadoras, sobre todo cuando se sienten amenazadas.
En su deriva autoritaria, Trump pretende usar al Ejército y consolidarse como el gran caudillo blanco. Si el miedo le favorece y gana las elecciones, la democracia podría asumir el rostro de un nuevo fascismo.