Mientras el coronavirus infecta y espanta a medio mundo, los más avezados políticos continúan como si nada con sus agendas tóxicas, inmunes a cualquier crítica. Y a cualquier ética. Así, Vladimir Putin, el patrón de Rafael Correa en RT, no se anda por las ramas: aduciendo que Rusia necesita estabilidad, la estabilidad de los zares, claro, hizo aprobar en el Parlamento una reforma que le permitirá quedarse con más poder en el Kremlin hasta el año 2036. Al mismo tiempo, respalda las masacres en Siria, provoca la guerra del petróleo e interviene en las elecciones de Occidente.
Por este lado, su candidata, o, si prefieren, la candidata de Maduro y Ortega para ocupar la Secretaría de la OEA, María Fernanda Espinosa, obtuvo por arte de birlibirloque el apoyo del segundo presidente del Ecuador, el violento y estrafalario Jaime Vargas, líder del levantamiento golpista de octubre. Vargas le sirve a ella para mostrar en la recta final de su campaña, en Washington, que tiene el respaldo de los indígenas y los oprimidos y la izquierda criolla frente a Almagro, ‘el candidato del imperio’.
Habiendo negociado de poder a poder, la pregunta es qué le ofrecieron a cambio al presidente de la Conaie, quien busca crear su ejército e implantar una justicia al estilo de la camioneta que acaban de incendiar los comuneros de Molleturo, luego de azotar a un minero.
Pero en todas partes se cuecen habas, las habas de la corrupción y el autoritarismo. A pesar de los juicios que tiene encima Netanyahu, la mitad de los israelitas ha vuelto a elegirlo, tal como los argentinos eligieron vicepresidenta a Cristina (el ‘role model’ de Correa) mientras en China el sistema de vigilancia y control sale fortalecido.
En EE.UU., en cambio, el coronavirus terminó de desnudar a Trump e hizo jirones su bandera electoral: la economía. Así como niega el calentamiento global, el Presidente repitió durante semanas que no pasaba nada, hasta que la epidemia le estalló en el copete y mostró su increíble ineptitud. Por la desconfianza que genera, su discurso falseta del miércoles y la prohibición a los europeos derrumbó a Wall Street.
Hay pánico, sí, pero con toques de humor y teatro del absurdo. Es sabido que los mejores chistes se oyen en los velorios porque la vecindad de la Parca aguza el ingenio y desfoga la risa. Ahora circulan por la red memes y bromas de antología y algunos columnistas despliegan románticos análisis sobre la fragilidad de la especie, el retorno a la vida silvestre y las funciones escatológicas del papel higiénico. Esto porque en Madrid, NY o Quito, a falta de vacunas, acumular papel higiénico se ha convertido en tendencia. Dicen que calma la ansiedad de la gente que, acá, se siente indefensa ante un enemigo peor que el virus: los asambleístas que se obstinan en hundir al Ecuador para que vuelva Correa.