Al contrario de algunos periodistas e internautas que se derriten en elogios (tal como se derritieron al principio con Correa), pienso que el señor Sonnenholzner, con sus modales cuidados y su aire melancólico, ha dado un refinado ejemplo de oportunismo político.
Venido de la radio a la Vicepresidencia en una hora dramática, en lugar de jugarse entero y hasta el fin del período, aprovechó la ocasión para posicionar su imagen de candidato presidencial y abandonó el barco en medio de la tormenta. Pero más allá de las fotos y los videos demasiado bien hechos de un joven de cejas pobladas y escaso carisma que regalaba kits (función que no le correspondía pero que despierta simpatías) todavía no sabemos quién mismo es, quiénes están detrás de su candidatura y qué mismo sabe hacer.
Cuando fue elegido segundo mandatario, a fines del 2018, la inmensa mayoría se preguntaba lo mismo: ¿Otto qué?, ¿de dónde salió? Entonces nos enteramos que estaba vinculado familiarmente con un gran exportador, que había seguido cursos de Economía en Europa, era radiodifusor y había defendido la libertad de expresión.
Con dos antecesores destituidos por pícaros, se esperaba que consolidara la institución. Aunque no estaba preparado, el Presidente le encargó conducir el diálogo nacional, ese cuento que nunca llega a nada y esta vez tampoco llegó. Empezó entonces a recorrer el país y asomaron los videos que resaltaban su figura paternalista. El pelagatos José Hernández detectó de inmediato el objetivo y criticó varias veces que hiciera campaña utilizando los recursos públicos. Su autobombo aumentó cuando estuvo al frente del COE y se centró en Guayaquil hasta que Ruptura lo hizo al lado.
Ahora, desprestigiando aun más el cargo de segundo mandatario, abandona a un Gobierno débil y asediado por los cuatro costados, Si es verdad que el Presidente lo escogió para que le cuide la espalda, pues mal hecho. Y mal pensado: Moreno es la prueba viviente de que nadie te cuida las espaldas. Pero aquí nadie aprende, cada uno tira para su lado y las elecciones sirven para engatusar una vez más a la gente con espejitos y abalorios, perdón, kits.
La degradación de la política y las instituciones lleva a que el electorado cifre sus esperanzas en cualquier outsider que parezca no contaminado, buena gente, independiente, preocupado por los pobres y los enfermos. Y que siga en este caso un guión que llega a la desfachatez de hacerlo salir del edificio de la Vicepresidencia con alfombra roja, lanzas y granaderos, como si fuera el Vencedor de Tarqui y no un funcionario más que se dejó vencer por la ambición.
¿Basta para ser presidente de la República haberse fotografiado con mascarilla en 20 hospitales? ¿O haber regalado sillas de ruedas? ¿O haber protagonizado un golpe militar, como Lucio el 2001? Para muchos la respuesta es sí.