Estas semanas nos hemos preguntado constantemente ¿cuándo llegaremos al final del túnel? Sin duda, también nos ha ganado la desilusión cuando pensábamos que una luz nos mostraba la salida y en realidad solo nos guiaba hacia otro tramo del extenuante camino.
El encierro me llevó a pensar en lo que siente alguien como Nelson Serrano, que lleva más de diecisiete años en el corredor de la muerte de un centro penitenciario de Florida. Él también ha creído ver muchas veces el final del túnel y hasta ahora siempre se ha encontrado con un recodo que lo conduce a un nuevo pasadizo de oscuridad. Su caso, plagado de violaciones a sus derechos, corrupción, injusticia y perversidad, se estanca permanentemente en un sistema judicial que intenta proteger a los que lo condenaron sin pruebas y ocultaron las evidencias a su favor.
Converso frecuentemente con Nelson Serrano a través de un correo electrónico. Hace unos días le pregunté qué pensaba sobre este encierro en el que está el mundo entero, cómo lo veía desde su celda de dos por tres metros, y me respondió: “El sentido del tiempo cambia enormemente con la edad, y los años a la edad que tengo ahora, pasan más rápido que los meses en mi juventud. Así que me es difícil tener una apreciación justa sobre cómo se puede sentir alguien en cuarentena por dos o tres meses. Una de las pocas ventajas de ser viejo es que ya no se le tiene miedo a la muerte, y ese terror que muchos sienten acerca del virus, aquí no existe”.
Ahora en su caso ha aparecido una nueva esperanza, pues la Comisión Interamericana de Derechos (CIDH) emitió hace pocas semanas su resolución final en el proceso propuesto por Francisco Serrano contra los Estados Unidos. La decisión de la CIDH reconoce que los Estados Unidos violó los derechos humanos de Nelson Serrano de libertad, integridad física, trato humanitario, justicia y debido proceso, y recomienda en consecuencia que su sentencia sea conmutada y que el país infractor revise sus regulaciones, procesos y prácticas en materia estatal y federal, para garantizar que a aquellas personas que sean procesadas por crímenes capitales, se garantice el debido proceso y derecho a la defensa.
A partir de este momento, paralelamente a los procesos judiciales y apelaciones correspondientes, el caso de Nelson Serrano entrará en el campo de la diplomacia. Es posible que una luz de salida por fin aparezca en ese túnel oscuro en que se encuentra desde el 2002, pero también es probable que las fuerzas siniestras y corruptas que lo condujeron a la pena de muerte en 2006, busquen por todos sus medios que Serrano muera por inyección letal o de forma natural en prisión. Obviamente, a los que escondieron evidencias, cambiaron los hechos, desaparecieron testigos y formularon su insólita teoría contra Serrano, sin pruebas en su contra, no les interesa que la verdad aflore pues sus carreras podrían verse truncadas o destruidas si es que Nelson Serrano alcanza el final de su túnel.