Ocurrencias

No tienen que ver con pensamientos inesperados para el cercano Día de Inocentes sino con la preocupación de que no podemos seguir como estamos, pues la política económica se está haciendo a base de ocurrencias que vienen a la mente de repente, para aumentar la recaudación fiscal (¿solo en 45 millones de dólares?), porque el Gobierno no cuenta – ni contará - con un plan diseñado para la situación del país, ni tiene un equipo de pensamiento homogéneo para reactivar el desarrollo económico con criterio social.

Al director de Aduanas se le ocurrió crear una tasa para disminuir el contrabando, (cuyo fin es loable), sin fijar una meta cuantificable para evaluar en qué medida la recaudación se incrementa y demostrar con resultados la prestación de un servicio acorde con las normas de comercio internacional.

Se les ocurrió impulsar la posibilidad de contar con una moneda virtual mediante propuestas confusas de dinero electrónico que alientan temores de desdolarización, por lo que es conveniente que la Asamblea se allane a la propuesta del presidente Lenín Moreno para que, de una vez por todas, funcione un medio digital de pago sencillo y seguro, implementado por los bancos y cooperativas a costos bajos, para usar menos billetes y bancarizar más al medio circulante.

Una buena ocurrencia fue el proyecto de utilizar la energía eléctrica disponible para cocinar y reemplazar al gas subsidiado, pero no es posible convencer masivamente a la gente si no se da una señal que el subsidio al gas puede disminuir.

No sería un crimen contra el populismo miope si se hace un programa gradual de aumento del precio del gas doméstico en 5 centavitos de dólar cada mes, para dar una señal a la gente que conviene migrar hacia las cocinas de inducción, pues para hacer lo que queremos hay que comenzar haciendo lo que podemos.

Lo responsable es adoptar una política austera para vivir con lo que se tiene y no endeudarse más para no aumentar la fragilidad de la economía ecuatoriana.

Una austeridad seria se puede aplicar gradualmente, mediante un programa de reducción del déficit fiscal, firme y creíble, que sea explicado con claridad a la población a fin de conseguir un acompañamiento mayoritario para conseguir un cambio cultural en el sentido de que es imperativo un proyecto nacional para gobernar en función del bien común.

Vivir con lo que se tiene implica que ciertos empleos públicos sean sustituidos por los nuevos puestos de trabajo que creará la inversión privada. Por eso debemos convencer al inversionista para producir más y mejor, como lo hacen Colombia y Perú, países en donde el IVA es 19% y 21%, respectivamente. Con este espejo debemos analizar seriamente la eliminación del Impuesto a la Salida de Capitales, que es anti inversión y pro desempleo y restablecer el 14% al IVA que rigió un año -a raíz del terremoto que afectó a Manabí y Esmeraldas el 16 de abril del 2016- y ya asimiló la economía ecuatoriana.

wherrera@elcomercio.org

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