“Japón cerrará decenas de facultades de Humanidades, juzgadas inútiles”, fue un titular que estremeció las redes el reciente 18 de septiembre. Además en la nota se decía: “Veintiséis universidades japonesas se disponen a dejar de impartir clases o disminuir los cursos de Ciencias Sociales y Humanidades a raíz de un decreto ministerial que ordena a las facultades solo “servir en áreas que llenen mejor las necesidades de la sociedad”.
El 15 de octubre del 2015, en El Espectador de Colombia apareció el titular: “¿El fin de las humanidades?”. Seguido señalaba: “De los 189 programas de doctorado que concursaron para recibir becas de Colciencias que permitan financiar a sus estudiantes, solo 40 pasaron la evaluación preliminar. Ninguno corresponde a ciencias humanas…”. Colombia apuesta por una “visión productivista del conocimiento”.
Estos dos ejemplos, de Asia y de Sudamérica, dan cuenta de una lucha global de sentidos de la educación. La una pretende poner a la educación como un instrumento al servicio del capital y del mercado, para convertir a la gente en robots, en piezas “eficientes”, inconscientes y acríticas de los procesos de acumulación. Y la otra quiere formar seres humanos integrales: buenos para la producción y la ciencia, pero críticos y sensibles con la sociedad y los cambios.
Pero esto, que es un escándalo en Japón y Colombia, sutilmente ha pasado en el Ecuador. El modelo de reforma universitaria, con Yachay a la cabeza, es una clara expresión. Otra política, la de becas, también revela lo mismo. Aunque en la “Convocatoria Abierta 2015” de la Senescyt, de manera correcta aparece el financiamiento para educación, no es menos cierto que se recalca la política de los últimos años: cero becas para ciencias sociales.
Estas decisiones causan desacuerdo. En Japón, las principales universidades, “de Tokio y de Kioto…, anunciaron que resistirían la medida”. En Colombia, decanos de las Facultades de Ciencias Sociales, crearon una Asociación para resistir.
En Ecuador emergen propuestas alternativas. La iniciativa del rector de la Universidad Central, Fernando Sempértegui, de crear una Facultad de Humanidades es buena noticia. Como también es el mensaje del nuevo rector de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Fernando Ponce, S.J., sobre su visión de universidad que forma: “Una persona humana que integra sus diversas polaridades: individuo y sociedad, naturaleza e historia, razón y pasión, cuerpo y espíritu, inmanencia y trascendencia… Hay que decir que nuestra investigación, docencia y vinculación con la colectividad suponen este humanismo integral… Por esto nuestra contribución al país consiste en poner en diálogo este humanismo integral con las diversas ciencias y saberes contemporáneos, para enriquecer así la densidad humana de la actual sociedad”.