El rostro de las protestas

Dejando de lado a los dirigentes que tanto incomodan a algunos analistas, políticos y periodistas, el principal rostro de las protestas de octubre no fueron los indígenas, fueron los jóvenes de clase media y baja de las ciudades, entre los que se encontraban indígenas. En efecto, según el Informe cuantitativo realizado por la Defensoría del Pueblo, de las personas detenidas en el paro, se conoce que en total fueron 1.192. De ellas el 72 por ciento eran jóvenes de entre 15 y 29 años.

¿Estos jóvenes protestaron de locos? No locos, pero si deprimidos y angustiados. Sí, quizá fueron los jóvenes, el grupo social más golpeado por la crisis económica desde el 2014, por la falta de empleo, y por los alucinados ensayos de la evaluación educativa y por la represión del correato.

Sobre el medio millón no accedieron a las universidades y simultáneamente no encontraron ni encuentran trabajo. Así es, ni estudian ni trabajan. Se quedaron en el limbo, en calidad de verdaderos parias. Fueron excluidos por el Estado reformista, por la sociedad del rendimiento, por las familias. Tal exclusión fue “vendida” a los jóvenes como producto de su responsabilidad. La mayoría se convenció del argumento, asumieron “su fracaso”, en medio cuadros psicológicos de depresión, incertidumbre, sentimiento de culpa e incapacidad de generar resistencia, peor aún de protesta.

Se destruyeron proyectos de vida. En otras palabras, la vida perdió sentido para cientos de miles de adolescentes y jóvenes. Este y otros factores por investigarse podrían explicar el preocupante aumento del suicidio en el país.

Según el informe del Observatorio Social del Ecuador (2018) sobre la Situación de la niñez y adolescencia en el Ecuador: “En el 2006 murieron 137 jóvenes y en el 2016, 192. 83 suicidios fueron realizados por mujeres, 109 por hombres” … El mayor número se presentan en las provincias de la Amazonía. También en la sierra, como es el caso de las provincias de Cotopaxi, y Pichincha que “registra 37 suicidios de adolescentes de 12 a 17 años en el 2016”.

Es probable que, muchos de estos jóvenes vieran en las protestas de octubre las condiciones para desfogar su descontento. No construyeron una respuesta política ni estratégica. Solo fue desfogue, aprovechado para el juego político, por oportunistas y golpistas y, más tarde por manipuladores de la información.

Ante esto, amigos analistas y políticos, sino se solucionan los problemas de base, la revuelta volverá. Entonces, el tema no es reforzar los aparatos policiales - militares, ni de promover un estado autoritario, sino emprender con urgencia y seriedad cambios sociales y económicos.

Sí, claro que se necesita “inteligencia”, pero la que surja de las universidades, de sus facultades de ciencias humanas, para entender mejor este país que se hunde también por la ignorancia de nuestras élites políticas, económicas e intelectuales. Hay que volver los ojos a la educación.

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