Desobligo

No funciona. El sistema de salud colapsa… no hay paracetamol, ni ventiladores, ni oxímetros, ni mascarillas, ni trajes de bioseguridad, ni para los sueldos justos de los médicos y enfermeras. No hay lo elemental en los dispensarios y en los hospitales de provincias. Pero sí hay para robar, para pillos que se van en avionetas con reinas de belleza con la cabeza hueca y para toda clase de mafiosos que roban lo que pueden, con total impudicia y desvergüenza , mientras la gente muere en los hospitales, aunque se quiera disimular las cifras de la mortandad. Palanqueos, sobreprecios en cualquier compra, un sistema de compras públicas hecho para facilitar la trampa, el intermediario, el lobista, que se gana el 500 por ciento en cualquier venta. La corrupción está en niveles de asco y miseria. Robaron en el terremoto de 2016 y siguen robando ahora, en plena pandemia. Y parece que seguirán apareciendo mafias ladronas enquistadas en la política y cubiertas con el manto de la impunidad.

Tampoco funciona la justicia. Además de alguno que otro chivo expiatorio, ninguno de los ladrones de cuello blanco ha sido castigado por sus robos. Persecusiones, venganzas políticas y funcionarios con grillete que, o siguen ganando su sueldo, o se huyen del país con todo y artefacto en los tobillos. Una burla. Un sainete. Las audiencias públicas son un disparate. Delincuentes y narcotraficantes andan sueltos por jueces a los que han comprado y convertido en parte de la mafia. Las leguleyadas de los abogados, jueces, fiscales, son un chiste. Las respuestas de la justicia llegan tarde, cuando llegan. En la mayoría de los casos no llegan nunca. Para muestra, demasiados botones: David Romo, Juliana Campoverde, Samuel Chambers, o los tres, que siempre nos faltan, Efraín, Paúl y Xavier. Tan absurdos argumentos judiciales, jurídicos y leguleyos que frenan investigaciones y que desvían resultados, como los animales fluviomarinos del río Machángara cuando desaparecieron los hermanos Restrepo.

Una justicia donde las víctimas terminan siendo culpables de su desgracia. Una justicia hecha para defender a los grandes y poderosos e ignorar a quienes necesitan de ella.

Las instituciones no funcionan. El Ministerio del Ambiente bota a los guardaparques (que algo hacían) y se queda con los funcionarios que dan las licencias ambientales a las petroleras para abrir carreteras donde no deben y que ocultan los derrames ocurridos en abril en lugar de exigir reparaciones.

Ahí donde se aplasta, sale materia purulenta. ¿Y quieren que paguemos el costo de la crisis y de la pandemia? ¿Para que los más pillos sigan llenando sus bolsillos vaciando los bolsillos de la gente? ¿Y no quieren que la gente muestre su hastío, su enojo, se queje, proteste? En esas condiciones, ¿se puede reinventar el país? Deben ser los cien días de confinamiento, pero lo que da es desobligo.