Tiempo de confiar

Confiar. No queda más. Confiar en que, por una vez, el sentido común nos haga quedar en casa y ser solidarios; confiar en que vamos a obedecer las dos consignas que nos han dado: lavarnos las manos y no salir y que es eso lo que nos va a proteger.

Confiar en que los médicos ecuatorianos hagan lo suyo y en que los hospitales se den abasto para atender a todos quienes vayan a necesitar atención hospitalaria. Confiar en que las autoridades, en las que nunca antes hemos confiado, hagan bien su trabajo y tomen las medidas que sean necesarias. Confiar, además, en que sean las medidas correctas, en que estamos a tiempo de evitar que se propague la contaminación de este virus tomando medidas tempranas.

Confiar en que luego podamos arrimar el hombro para salir de la debacle económica que va a significar este tiempo de alto obligado en todos los sectores. Confiar en que, lugar común, volveremos a abrazarnos, a correr juntos, a soñar, a tomar café con las amistades, a almorzar en algún bonito lugar, a ir al cine y al concierto, al teatro y al parque.

Confiar en que quienes tienen que trabajar y arriesgarse (desde la señora de la tienda del barrio hasta quien recoge la basura de la ciudad) sean bien atendidos y sean protegidos pues ellos no pueden #quedarseencasa. Confiar en que los que menos tienen, los que dependen del día a día de su trabajo, reciban alimentos e insumos de primera necesidad tanto por parte del Estado como por parte las manos generosas de las redes de solidaridad para así sortear los obstáculos.

Confiar en que quienes están trabajando en hospitales y tiendas de abasto tengan insumos para defenderse. Confiar en que quienes tienen sus negocios y han tenido que cerrar, encuentren facilidades para recuperarse de esta caída.

Es hora de confiar. No queda más. No es hora de difundir mentiras ni crear angustias. No es hora de fake ni de discusiones binarias. Es hora de exigir, sí, pero, sobre todo, de arrimar el hombro. Es hora de la empatía. De ponerse en los zapatos del otro.

Para quienes tenemos el privilegio de tener una casa en la que guarecernos y comida para llevarnos a la boca y trabajo (ahora teletrabajo) es hora de agradecer, no de quejarse. Para quienes dejan de trabajar y no tienen como llevar el pan de cada día a su casa, es hora de la solidaridad. Para quienes tienen de sobra, es hora de repartir.

Confiar en que la tierra vaya sanando de tantas heridas. En que quienes están solos en sus casas, se sientan acompañados y que quienes están con sus familias aprovechen este tiempo juntos. Confiar en que sacaremos provecho de la adversidad. Confiar -y trabajar en ello- en que esto solo nos puede hacer mejores, menos egoístas, más equitativos, más humanos, más solidarios.

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