Con pompas, hurras y vivas llegó la noticia de la exportación de las primeras toneladas de oro extraídas de Fruta del Norte, la mina operada por la canadiense Lundin Gold. El proyecto registra una inversión total de USD 2 700 millones y, según dicen, tiene previsto producir
310 000 onzas troy de oro y 400 000 onzas troy de plata cada año.
Con las mismas pompas y hurras, se dio luz verde para extraer el crudo del Ishpingo, el pozo que está dentro de la Zona Intangible del Yasuní, del que se dice también que saldrán muchos recursos gracias a los cuales saldremos adelante.
Estas noticias pueden ser caramelo envenenado. Sí. Qué es cierto que el país necesita recursos. Qué está endeudado. Que no hay quien preste. Que no hay de dónde pagar las próximas planillas. Pero, también es cierto, que en años y años de funcionar de la misma manera no han llevado al país a ninguna parte. Ni el oro y ni el petróleo han sacado al país de la pobreza y los gobernantes lo saben.
Las noticias de más oro y más petróleo llegan, paradójicamente, en el año en el que millones de manifestantes en el mundo han pedido a los líderes políticos que actúen de manera urgente para frenar el cambio climático. Científicos y expertos advierten sobre la biodiversidad, sobre la vertiginosa degradación de poblaciones de especies. París y Londres declararon emergencia ecológica y la COP25 se han escuchado fervorosos discursos. Fridays for Future y Extincion Rebelión agrupan a jóvenes de todas partes que quieren hacer conciencia sobre que nos estamos cargando el mundo. En la COP25 han hecho varias acciones exigiendo justicia climática para los pueblos indígenas de la Amazonía, el ecocidio, haciendo llamados para que denuncien a los gobiernos y empresas responsables de la actividad ecocida y genocida.
Pero acá, por estas tierras, apenas sobrevivimos, no da para estar pensando en el cambio climático. Acá nos buscamos el pan de cada día. Y si tenemos que negociar con la petrolera terminamos aceptando sus migajas. Lo mismo si tenemos que negociar con la minera. Nos hacemos los sordos y ciegos frente a la violencia del extractivismo, la arremetida contra las comunidades, la división, las muertes a dirigentes defensores de la naturaleza como ha ocurrido en Brasil o las corruptelas que traen consigo esos negocios en todas partes del mundo. Ni el Arroz verde nos asusta, ni pensamos que lo que es pan para hoy será hambre para mañana.
Como si se tratara de regalo de los reyes magos, nos emocionamos con los anuncios de inversiones para extraer oro, incienso y mirra… perdón, oro, plata, cobre y petróleo que vendrán del primer mundo: ofrecimientos de Australia, de Canadá, de China de jugosas inversiones, nos tienen embelesados, ignorando que parecen caramelos con veneno.