La mentira de Robin Hood

Una de las leyendas más antiguas y mentirosas es la del bandolero bueno que roba a los ricos para repartir a los pobres.La primera referencia al popular personaje se remonta al 1370 en Inglaterra y desde entonces la historia ha sido replicada miles de veces y en todos los idiomas.

La historia de Robin Hood tiene dos debilidades: la primera que se trata de un bandolero y la segunda que solo era leyenda y no un personaje de la realidad.

En la versión más común, Robin Hood asaltaba en los caminos a los cobradores de impuestos y restituía parcialmente a los afectados. No robaba pues a los ricos para repartir a los pobres sino que robaba al Estado para restituir, en parte, a los afectados y principalmente para enriquecer a sus allegados.

La idea del justiciero encarnada por Robin Hood ha ejercido tal fascinación en todos los tiempos que incluso algunos Estados nacionales han pretendido replicar la figura de Robin Hood. Se basa en la ilusión de que quitando a los ricos y dando a los pobres se elimina la pobreza.

Por desgracia esa ilusión solo es discurso engañoso de los políticos y termina siempre con más pobres y más ricos. El reparto igualitario tiene un límite evidente en la cantidad de riqueza acumulada por los ricos. Cuando se acaba esa riqueza, los pobres devienen en más pobres acostumbrados a esperar el reparto y más ricos, los nuevos ricos, acostumbrados a disfrutar de riquezas que no han producido.

Los anunciados impuestos a la plusvalía y a las herencias han revivido en Ecuador la ilusión del Estado Robin Hood. Es una idea compartida por casi todas las formas de populismo y por caudillos que conquistan a los ilusos ofreciendo la quimera de un Estado, fuente inagotable de riqueza, que distribuye a todos igualitariamente.

El ejemplo más conocido de Estado Robin Hood es Cuba. La revolución confiscó las propiedades y terminó en un aparato estatal incapaz de generar riqueza y repartir los beneficios prometidos. El mito de Robin Hood tiene tanta fuerza que, a pesar de este ejemplo viviente de su fracaso, hay líderes que siguen ofreciendo el sistema de confiscación y reparto y hay seguidores que siguen esperando el milagro del reparto que, según Maduro, no es de panes y peces.

A los líderes populistas les puede parecer atractivo el modelo cubano porque sueñan con un poder que controla la información; un Estado propietario de todo; un territorio isla en la que nadie entra o sale sin la autorización del caudillo; una nación soberana donde no tienen valor leyes internacionales ni tribunales foráneos; un pueblo sin divisiones ni contradicciones donde el poder es unitario; un paraje donde no hay más remedio que declararse feliz; una tierra de propiedad común donde no tiene sentido el precio ni es posible la herencia porque el único propietario es el Estado y el Estado nunca muere.

lecheverria@elcomercio.org

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