La aparición del corona virus o covid-19 está alterando significativamente el comportamiento de la economía global, la cual según altas autoridades mundiales, como, Kristalina Georgieva, Directora-Gerente del FMI podría disminuir su nivel de crecimiento para el 2020 entre 0,1 y 0,2% del PIB mundial, mientras la OCDE cree que el ritmo de crecimiento de la economía global podría ser de 1,5% en 2020, frente al 2,4% estimado para el mismo año y al 3,2% del 2019.
La crisis del coronavirus es entonces por el momento el elemento definitivo en el marcador de la actuación económica global, por sobre los eventos que se preveían hasta antes de diciembre, como las tensiones comerciales, la migración, el cambio climático, la escasez de suministros, etc, factores considerados como transversales en el desenvolvimiento de 2020.
Y es que la globalización si bien nos ha permitido conocer con exactitud y precisión el desarrollo del proceso del nuevo virus desde su aparición en diciembre pasado hasta la actualidad, las probables causas, sus efectos y más detalles de su paso siniestro, por medio de la red universal de comunicación de medios informativos, también ha dejado al descubierto la alta vulnerabilidad de una sociedad que se desenvuelve en medio la ciencia y tecnología pero que sin embargo no puede controlar sus ansias de poder como tampoco la furia de la naturaleza que reclama a través de la aparición de nuevas enfermedades o desastres naturales una concienciación y reparación de la agresión hacia el medio ambiente y su ecosistema.
Si bien China es el país origen de la epidemia, el contagio empieza a ser global, y los efectos inmediatos empiezan a sentirse a lo largo y ancho del planeta con muertes humanas y recesión de sus economías, pérdidas financieras y comerciales significativas que frenarán la economía de los grandes como la propia China, Japón, la Unión Europea, EE.UU. y más, sin embargo, la recesión se siente de forma más severa en los países más frágiles, como es el Ecuador, en efecto, la caída del precio del petróleo y la disminución en el volumen de sus exportaciones pone a nuestra economía en condiciones críticas en el corto y mediano plazo, pues la caja fiscal no abastece para el cumplimiento de obligaciones contraídas tanto interna como externamente, el desempleo tiende al alza y la posibilidad de corregir la inadecuada estructura del gasto es cada vez más lejana, mientras se ponen los ojos en el financiamiento internacional, el cual parece inaccesible por oneroso y por las débiles condiciones socio-económicas reflejadas en el riesgo país, que evidencia ante los mercados financieros alta fragilidad en el pago de sus obligaciones.
El costo del brote del covid-19 es un hecho irreparable, de ahí la necesidad de que los gobiernos fijen objetivos de política económica a largo plazo y se fortalezca la capacidad de diálogo entre los diferentes sectores, sugerencia que por lo visto en nuestro caso resulta utópica.