Cuando viajamos por el país es difícil encontrar ese sello o marca que identifique esa riqueza turística que tenemos, no solo para provecho nuestro, sino para mostrarla al mundo.
Seguramente, tampoco la hallaremos en estos días, cuando está a punto de comenzar el máximo éxodo de viajeros para pasar el fin de año en las playas, paisajes andinos o en la selva amazónica. Es posible que viaje un poco más de 700 000 personas, una cantidad parecida a la del 2016.
La sensación es distinta en Perú. Apenas se pisa suelo peruano, los turistas se sienten tan identificados con ese país; es decir, con sus atractivos, sus ruinas arqueológicas de miles de años, su exquisita gastronomía, su extenso desierto y muchos más encantos.
El vecino país tiene esa marca que dice casi todo: una palabra (Perú) hecha con sus líneas de Nazca, tan reconocidas en el turismo, comercio, los negocios, en todo.
Al ver ese símbolo, peruanos y turistas saben muy bien de qué se trata. Y se la encuentra en todos lados para que no quede duda de que lo que se habla es de Perú. Aparece en los sitios de visitas, negocios, tiendas, restaurantes, terminales terrestres, aeropuertos, carreteras, plazas, hospedajes y en cualquier lugar. Es increíble cómo se ha potenciado esa marca.
De alguna manera, ese sello es uno de los factores responsable del ‘boom’ turístico que vive el vecino del sur, pues allá todos los meses son de temporada alta de visitas. Por ejemplo, el año pasado llegaron 3,7 millones de turistas, un 8,4% más que el 2015. Este año se espera una cifra mayor.
En Ecuador es una pena, que no podamos experimentar esa sensación de pertenencia, de identidad con los increíbles destinos, gastronomía, tradiciones, fiestas y así, una infinidad de maravillas. Si bien tenemos una marca (una estrella), no sabemos qué es, no identifica a nadie, no dice nada, no se sabe qué comunica o qué trasmite. Muchos nos preguntamos, ¿qué representa esa estrella o a quién identifica?